Un
antropólogo sería la persona adecuada para tratar sobre un asunto tan complejo
como el que rodea al culto y devoción al Santísimo Cristo Crucificado en
muchos pueblos del entorno social y cultural de la Campiña y Sierra Sur
badajocense, acogido bajo distintas advocaciones, como de la Sangre, en
Ahillones y Casas de Reina; del Socorro, en Trasierra; del Rosario, en Valverde
de Llerena; del Humilladero, en Azuaga, Granja, Guadalcanal y Medina de las
Torres; de la Quinta Angustia, en Zalamea; de la Viga, en Valencia de las
Torres; de las Reliquias, en la Puebla del Maestre; del Arco Toral, en Hinojosa
del Valle… Todos los referidos festejados en la actualidad el 14 de septiembre
de cada año, día de la Exaltación de la Santa Cruz, salvo el Cristo caserreño,
celebrado el 4 de mayo, y el traserreño, festejado el 20 de abril, en ambos
casos conmemorando la protección divina ante una violenta tormenta que a
principios del siglo XIX milagrosamente dejó indemne a sus respectivos
vecindarios.
Por ahora
desconocemos la fecha y el origen del culto y devoción al Cristo de Ahillones,
pero sabemos que se celebró con profusión en 1928, según la crónica de Manuel
Vaquera recogida en el Correo Extremeño,
en su edición del 20 de septiembre del referido año. Decía así: