El partido de llerena a finales del XVIII

El partido de llerena a finales del XVIII

miércoles, 28 de mayo de 2008

LA MUERTE DEL TENIENTE PIZARRO, UN HIGUEREÑO HÉROE EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA


En tres momentos distintos de los estudios seguidos sobre la Guerra de la Independencia, y su particular desarrollo en Extremadura, me he cruzado con sendas referencias sobre el teniente Pizarro. Primero en el Archivo Parroquial de Ntra. Sra. de la Granada de Llerena, donde registraron su muerte y enterramiento en el Libro de Difuntos de 1811. Después en el Archivo Municipal de Valencia de las Torres, donde se localiza un documento mediante el cual la madre del teniente pleiteaba por el caballo de su difunto hijo[1]. Finalmente en el Archivo Histórico Nacional, en un documento que recoge la acción o batalla habida en las proximidades de Reina y Casas de Reina[2], batalla donde el 28 de Abril de 1811 resultó muerto el teniente[3].

Tanta coincidencia, después de escribir varios artículos sobre esta guerra en distintos pueblos del entorno de Llerena, me ha animado a abordar el aspecto humano de la guerra, y también el picaresco, más allá de la pura descripción de las ambiciones políticas y de los hechos bélicos de la contienda.

El teniente Pizarro estaba encuadrado en la caballería de vanguardia española dirigida por el conde Penne-Villemur, concretamente formando parte del Batallón de Dragones de Lusitania y del V ejército de los aliados contra Napoleón (españoles, británicos y portugueses). El conde, como se deduce de su propio nombre, era un francés enemigo acérrimo de Napoleón y su política imperialista, que decidió unirse a la causa española contra sus propios compatriotas. Y asumió sus demostradas competencias militares con decisión y heroicismo, dejando numerosas muestras de ello a lo largo de la Guerra de la Independencia, más bien de Liberación, ante la invasión napoleónica. Precisamente por estas circunstancias, las Cortes de Cádiz, mediante el Decreto LXXXI de 4 de Agosto de 1811, así se lo reconoció, concediéndole “la gracia de naturaleza en los reynos de España”.

La muerte del Teniente tuvo lugar el 28 de Abril de 1811, precisamente en la etapa de la Guerra más favorable para los intereses franceses, cuando prácticamente dominaban toda España. En efecto, los invasores, tras catorce meses de asedio, habían conseguido tomar Badajoz el 11 de marzo de dicho año, el último reducto del territorio nacional -junto a Cádiz, plaza que nunca ocuparon- que aún no habían conseguido dominar.

Pocos días después, una vez consolidada la plaza de Badajoz por los franceses y de dejarla debidamente defendida, el general Latour-Maubourg se retiró hacia Sevilla
[4], siendo su retaguardia perseguida y acosada por la caballería de vanguardia del V ejército aliado, comandada por el bizarro conde de Penne-Villemur, que sucesivamente castigó a los franceses persiguiéndoles y atacándoles en Villafranca, Zafra, Los Santos, Usagre, Llerena, Casas de Reina y Reina, limpiando la zona de franceses y dejando el 20 de Abril al enemigo en Guadalcanal.

Una semana después, desde Guadalcanal los franceses intentaron recuperar Llerena, no sólo por el significado histórico de la ciudad sino por que en ella, en su precipitada huída el día 18 del mes en curso, habían dejado gran cantidad de víveres y otros avituallamientos. Y fue este el enfrentamiento en el que murió –más bien fue asesinado- el teniente Pizarro. En efecto, cuando en Llerena se tuvo noticias de las intenciones francesas, la caballería de vanguardia española salió a su encuentro, observando a las 11 de la mañana del 28 de Abril al enemigo “ocupando unas alturas a la vista de Casas de Reina, entre el camino real de Llerena y Reyna a Guadalcanal”. La descripción de esta “acción” la dejamos en boca del mismísimo general Castaño, héroe de Bailén y general en jefe del V ejército, testimonio que lo firmó en el cuartel genera de Santa Marta, el primero de Mayo de 1811, una vez que dicho general en jefe fue informado por el propio conde Penne-Villemur. Textualmente, dicho informe decía lo siguiente:

"El día 28 de Abril, a las 11 de la mañana se dirigió la caballería de Latour-Moubourg hacia Llerena, en dos columnas por el camino real de Guadalcanal y el de Reina. La fuerza del enemigo, según los partes que recibió el conde Penne se graduaba de 150 a 200 caballos, bajo cuyo concepto dispuso que el coronel del (batallón del) Borbón, don Juan Casquero, fuese con 100 caballos inmediatamente a sostener a los tiradores sobre el camino real, y cargar a los franceses si no se retiraban. Destacó también el escuadrón del Algarbe hacia Reina para contenerlos por aquella parte, y el conde, con el resto de la caballería, fue a tomar posición en el punto que debía guardar (…) Los enemigos eran en número de 600 caballos, formados en dos escalones sobre el camino real, en lugar de los 200 que se había dicho y hubo que advertir al coronel Casquero y al conde Penne para que no ignorasen la exorbitante superioridad del enemigo. Pero aquel bizarro jefe (Casquero) sólo oía las advertencias de su valor, respondiendo: se me ha mandado cargar, e hizo tocar a degüello en aquel momento. Nuestros valientes soldados del batallón de Borbón, y un destacamento del escuadrón de Panticoso con los tiradores al flanco izquierdo penetraron por las primeras tropas enemigas. Éstas, reforzadas por el segundo escalón enemigo recibieron la carga con el mismo valor que la primera. El animoso coronel de Borbón, herido de una cuchillada en el muslo, se defendió sable en mano, y la pistola en la otra, hasta que cayó del caballo y fue hecho prisionero de guerra; su tropa, obligada a retirase por el excesivo número de caballería que la cargaba, lo ejecutó de una en otra altura, teniendo que pasar algunas zanjas, en que sufrió una pequeña pérdida, pues cayeron tres caballos, entre ellos el del teniente de Dragones de Lusitania, don Antonio Pizarro, oficial de gran valor y de reputación bien acreditada, que después de hecho prisionero fue asesinado con otros siete u ocho soldados.
Mientras esto sucedía, el conde Penne acudió con su reserva formada en dos columnas, pero ocultando su verdadera fuerza, siempre muy inferior a la del enemigo; los tiradores marcharon de nuevo en cabeza, volviendo a tomar su primera posición, y el enemigo se retiraba inmediatamente por escalones en diversas columnas (hacia Guadalcanal). Nuestra pérdida fue de nueve muertos, incluso el teniente don Antonio Pizarro; ocho heridos con el coronel de Borbón (el Coronel Casquero, que más tarde consiguieron rescatar) (…) Por varios partes, se ha sabido que fue considerable la pérdida del enemigo en oficiales y soldados; varios caballos han llegado sin jinete a Guadalcanal, y muchos heridos. No es posible elogiar ni recomendar bastante la resolución y valor con que se batió la oficialidad y tropa en esta acción, peleando con una desigualdad tan considerable. Era preciso sostener a toda costa el punto de Llerena del que depende también las pocas subsistencias del País; y el heroico denuedo con que se ha conservado, es tan digno de consideración, que no da lugar al elogio".

Sigue Castaño elogiando individualmente a los oficiales y soldados destacados en esta “acción”, resaltando, entre los muchos ejemplos que cita, al capitán don Juan Alonso, quien, a sus 64 años de edad y después de 42 de servicio en el ejército, “manifestó no habérsele enfriado aún el espíritu en la vejez, saliendo herido de una estocada en el costado”. Especial mención hizo sobre la muerte del teniente Pizarro, observada directamente por el conde Penne-Villemur, que igualmente vio cómo dos soldados del escuadrón de voluntarios de Sevilla “a pistoletazos y cuchilladas libertaron dos heridos, echando pie a tierra y trayéndose el caballo del teniente Pizarro”.

Poco después, y de esto ya no tenemos noticias directas –porque, es preciso resaltarlo, los acontecimientos bélicos no rodaron en favor de la causa española y, por tanto, no había que narrar ningún éxito-, los franceses consiguieron recuperar nuevamente esta zona sur y central de la actual provincia de Badajoz, librando a mediados de Mayo la famosa batalla de la Albuera, tras la cual, aunque parece ser que terminó en empate, los franceses se apoderaron de las principales plazas de la actual provincia de Badajoz, dominándola militarmente y gobernándola políticamente hasta el verano de 1812
[5].

Al día siguiente tuvo lugar el enterramiento del teniente Pizarro en Llerena, concretamente en la Iglesia Parroquial de Ntra. Sra. de la Granada. Según el acta correspondiente, el teniente era hijo de Juan Pizarro, ya difunto y natural de Bienvenida, y de doña Maria Baca, natural de Llerena y vecina de la Higuera.

Pero la historia que contamos no queda cerrada aquí. El día 3 de Julio de 1811, doña María Baca se dirigió a don Juan José Cabanillas, alcalde ordinario de Valencia de las Torres por el estamento noble, pidiendo amparo y justicia. Para ello, inicia el escrito identificándose como “viuda honesta” y madre del difunto teniente Pizarro, “muerto en el campo de batalla, en término de Casas de Reyna, en 28 de Abril último, a vista del general de la vanguardia el Sr. Conde Penne de Villemur”. Añade que “su señoría (el conde) tuvo a bien honrarle por sí y en nombre de la Patria con los distintivos a que se hacen acreedores los que con heroísmo vierten su sangre en el campo del honor”. Por ello, continúa el relato de doña María, el conde “determinó, entre otras cosas, se le entregara su equipaje y semoviente caballar –el caballo que recuperaron los dos soldados del batallón de voluntarios de Sevilla, tras el asesinato del teniente- que tenía por su condición, y que haga de ello en los términos que me fuese más útil”

Pues bien, una vez el caballo en poder de doña María, ésta decidió venderlo a un tal Francisco Belardiez, que según la interesada era vecino se Valencia de las Torres. El trato de venta se cerró en la casa de morada de la viuda, “tres días ante de la Ascensión de Ntro. Sr.”, en presencia de numerosos testigos y fijando el precio en 950 reales. De ellos, la vendedora recibió en el acto una bestia asnal, valorada en 650 reales, y el compromiso de cobrar los 300 reales restantes dos días después, una vez que el comprador se hiciese con dicha cantidad en Hornachos. Cinco días después, sin que Berlardiez hiciese acto de presencia para entregar los 300 reales comprometidos, la bestia asnal que medió en el trato, y otras también propiedad de doña María, pasaban por Valencia de las Torres a cargo de Pedro, su sirviente, empeñadas en las tareas propias de la recolección. Y fue precisamente en este momento cuando Belardiez, acompañado de uno de sus hijos, se apoderó con violencia de la bestia asnal citada y, sin soltar palabras, se la llevó, quedándose doña María sin el caballo, el asno y los 300 euros.

Como respuestas a estos últimos acontecimientos, doña María se dirigió al referido alcalde, solicitando justicia. Éste, haciéndose valer del escribano y del alguacil, hizo compadecer al tal Belardiez, tomándole declaración. Belardiez ratificó, punto por punto, todo lo declarada por la denunciante, añadiendo sólo un matiz: que el caballo en cuestión se lo había quitado un oficial de los Dragones de Lusitania, entre Villafranca y Almendralejo, alegando que había pertenecido a uno de sus ayudantes.

No dio más datos Belardiez sobre la cuestión. Tampoco tenemos que dudar de su palabra, que podía ser la de un honrado compatriota o la de un pícaro de los muchos que proliferan en épocas de crisis. Lo cierto es que el alcalde de Valencia de las Torres traspasó este enredo jurídico a las autoridades de Hornachos, alegando que el acusado estaba avecindado en esta última población.

Con esta última actuación se cerró el proceso en Valencia, en cuyo archivo hemos localizado el documento de base para esta parte del relato, reabriéndose el pleito en Hornachos, donde no hemos tenido la oportunidad de localizar la documentación complementaria.
_________________
[1] Archivo Municipal de Valencia de las Torres, leg. 26.
[2] AHN, Diversos-Colecciones, 142, N. 21. Ataque del conde Penne-Villemur en Usagre, en el mes de Abril de 1811
[3] Más datos en MALDONADO FERNÁNDEZ, M. “La Guerra de la Independencia en Reina y su entorno: La acción de Reina y Casas de Reina”, en Revista de Fiestas en honor de Ntra. Sra. de las Nieves, Reina, Agosto de 2008.
[4] Volvía hacia Sevilla con 3.000 soldados, 500 de caballería y 3 piezas de artillería, según datos del general en jefe del V ejército aliado, el general Castaño.
[5] Más información en MALDONADO FERNÁNDEZ, M. “La guerra de la Independencia en Guadalcanal”, en Revista de Feria y Fiestas, Guadalcanal, Agosto de 2008.

1 comentario:

angels dijo...

Hola Manolo,
Hace unos dias deje un comentario en tu blog , pero no he visto ni que este publicado ni que me hayas contestado .
Gracias por el libro
Angels Vinuesa

.