En 1891 la villa de Fuente del
Arco tenía unos 1.900 habitantes, 900 más que en 1840. Su ayuntamiento estaba
integrado por las siguientes personas:
Siguiendo la ley electoral vigente, sólo los
mayores hacendados locales tenían derecho a votar en las distintas elecciones
para las que fuesen convocados (Cortes, Diputación, Ayuntamientos…). Por ello,
dado que en 1891 debían elegirse por mitad a los nuevos ediles de Fuente del
Arco, en el BOP de Badajoz del día 30 de enero de 1891 salió publicada la lista
de los mayores hacendados y contribuyentes, cuya relación exponemos a
continuación:
Días después, en el Boletín
citado, en su edición del 4 de mayo de 1891 aparece la distribución de
distritos electorales en la localidad, circunstancia que nos permite conocer el
nombre que entonces tenían sus calles:
Con independencia de lo hasta
ahora relatado, en 1891 tuvieron lugar en Fuente del Arco algunos importantes
acontecimientos, que merecen la pena ser reseñados. Dos de ellos beneficiaban
claramente a la localidad: el definitivo relanzamiento de las explotaciones
mineras en su término y jurisdicción, y el inicio de la construcción de la vía
férrea Fuente del Arco-Peñarroya, quedando su estación como un importante nudo
de comunicación con Peñarroya, Mérida-Madrid y Sevilla. El tercero fue
lamentable, pues relata un asalto a la parroquia, llevándose los ladrones las
joyas y alhajas más importantes de la misma.
De todas las explotaciones
mineras (cobre, plomo, hierro o carbón) denunciadas (declaradas o descubiertas
para su explotación) en esta época, sin duda el coto minero de la Solana de la Sierra de la Jayona,
denunciado un año después, fue el más transcendente e importante para la
localidad, acogiéndose el conjunto de la explotación bajo la advocación de Nuestra Señora de Lara (BOP de Badajoz
correspondiente al 11 de marzo de 1892). Textualmente:
Las explotaciones mineras
existentes entre Peñarroya y el sur de Extremadura (especialmente las de
Azuaga, Granja, Berlanga y Fuente del Arco) propiciaron la necesidad de trazar
una línea férrea que comunicase esta importante cuenca minera con Sevilla (ya
estaba en servicio la línea férrea Mérida-Sevilla) y la costa atlántica. Por
ello, en la Gaceta de Madrid, en su
edición del 18 de Julio de 1891, Alfonso XIII autorizó el trazado de la citada
línea férrea, según el texto que sigue:
DON ALFONSO XIII, por la Gracia de Dios y la Constitución Rey de
España, y en su nombre y durante su minoría de edad la Reina Regente del Reino;
A todos los que la presente vieren y entendieren, sabed: que las Corles
han decretado y Nos sancionado lo siguiente:
Artículo 1º. Se otorga a la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya
la concesión para construir, sin subvención del Estado, y explotación durante
noventa y nueve años de un ferrocarril económico de vía estrecha que partiendo
de Peñarroya termine en Fuente del Arco, con arreglo al proyecto y pliego de
condıcıones que a propuesta del
concesionario apruebe el Ministerio de Fomento.
Art.2º. Este ferrocarril se considerará de utilidad pública para los
efectos de la expropiación forzosa y el concesionario tendrá el derecho de
ocupar los terrenos de dominio público y disfrutar de las demás exenciones y
privilegios que las leyes conceden o puedan conceder a los de su clase. Por
tanto:
Mandamos a todos los Tribunales, Justicia, Jefes, Gobernadores y demás
Autoridades, así civiles como militares y eclesiásticas, de cualquier clase y
dignidad, que guarden y hagan guardar, cumplir y ejecutar la presente ley en
todas sus partes.
Dado en Palacio a diez y seis de Julio de mil ochocientos noventa y
uno.
YO LA REINA REGENTE
La concurrencia de gentes de
distinto talante atraídas por las explotaciones mineras y la construcción de
vías férreas alteró la paz y tranquilidad de la localidad, siendo sus
tradicionales vecinos testigos de robos, asesinatos y bandidajes con demasiada
frecuencia. Sin duda la noticia de más impacto fue el robo de joyas y alhajas
de la parroquia, robo del que tenemos noticias por un comunicado del Juez de
Instrucción de Llerena publicado en el BOP de Badajoz, el 21 de enero de 1891:
Como se aprecia, la parroquia
disponía de un importante tesoro artístico, que intuimos sería aún mayor en los
momentos previos a la Guerra de la Independencia (1808-13), pues durante esta
contienda fue frecuente el asalto a los tesoros artísticos de conventos,
ermitas y templos parroquiales, tanto por parte del ejército francés como por
el de la coalición anglo-portuguesa-española.
Pues bien, llegado a este punto
parece oportuno explicar el origen de este importante tesoro. Para ello es
preciso adentrarnos en el tiempo pasado y tratar de explicar la aparición de la
parroquia y el sistema de financiación que disponía para cubrir los gastos de
mantenimiento y funcionamiento ocasionado por el culto, adelantando que se
trataba de cuentas independientes a la congrua o salario del cura parroquiano y
a la del resto de clérigos asociados a la misma. En definitiva, tres cuestiones
independientes, pero conexionadas: el mantenimiento del culto en la parroquia,
el del cura parroquiano y el de la comunidad de eclesiásticos.
El templo parroquial de Fuente
del Arco ya existía a finales del XV, como hemos podido comprobar consultando
los Libros de Visita de la Orden de Santiago, institución a la que perteneció
esta localidad desde su fundación a mediados del siglo XIII hasta la extinción
de la propia Orden a finales del Antiguo Régimen (1833). Y fueron los
santiaguistas los que costearon el levantamiento del templo parroquial y los
que siempre lo mantuvieron, aportando dinero para las numerosas ampliaciones y
reformas que debió sufrir a lo largo del tiempo. Además, para el sostenimiento
de gastos ocasionados por el culto (compra y arreglos de imágenes, retablos,
ornamentos, cálices, custodias, joyas, casullas, candelabros, cera…) la Orden
del Santiago cedió a cada uno de sus templos parroquiales un conjunto de bienes
inmuebles (casas y fincas rústicas, los denominados bienes de Fábrica), con
cuyas producciones y rentas se pudieran abordar los gastos precisos.
El control y fiscalización de las
cuentas de la parroquia correspondía al concejo, cuyos oficiales (alcaldes y
regidores) debían nombrar anualmente al mayordomo de la Fábrica de la Iglesia y
al sacristán, responsables de administrar los bienes raíces del templo
(llevando la contabilidad en el denominado Libro de Fábrica) y de custodiar el
material inventariales, respectivamente Al margen de este control más directo,
mayordomos y sacristanes periódicamente tenían que responder de su gestión ante
los visitadores de la Orden de Santiago.
Con independencia de los bienes
de Fábrica, el cura parroquiano subsistía gracia a una generosa congrua o
asignación anual (pecuniaria, en rentas o mixta, según los casos), con cargo a
la Orden de Santiago y a pagar entre las instituciones beneficiadas por el
diezmo (10% de las producciones agropecuarias) derivado del territorio incluido
en la encomienda de Reina (Reina, Ahillones, Casas de Reina, Fuente del Arco y
Trasierra), en nuestro caso. Estas personas e instituciones eran el comendador
de Reina (por la parte de los diezmos que cobraba), el de los bastimentos (por las primicias que
cobraba) y la Mesa Maestral o hacienda del maestre (por cuenta de los diezmos y
otras rentas de vasallaje que percibía).
Aparte del cura parroquiano,
asociados a la parroquia existían ciertos clérigos pertenecientes a los
distintos grados de la carrera eclesiástica, cuyo número solía ser proporcional
a las rentas procedentes de distintas fundaciones instituidas en la parroquia,
tales como capellanías, obras pías, memoria de misas y asistencia espiritual a
ermitas, hospitales y cofradías, aparte de los ingresos derivados de la administración
de bautismos, velaciones, casamientos y entierros. En conjunto, estos clérigos
constituían el cabildo eclesiástico, que en Fuente del Arco estaba constituido
por seis o siete clérigos, que vivían con cierta solvencia, muy por encima de
la mayoría del vecindario.
En realidad, dada la escasa
presencia de tierras en manos de vecinos particulares (propiedad particular),
el mayor hacendado local en los pueblos santiaguistas solía ser la fábrica de
sus respectivas parroquias, naturalmente tras los concejos, instituciones que
ostentaban la titularidad de la mayor parte de las tierras de sus términos
(bienes concejiles y comunales). Sin embargo, en Fuente del Arco existían dos
instituciones religiosas con una importante hacienda; nos referimos al Convento
de San Marcos de León y a la institución monacal de los cartujos.
El Convento de San Marcos de León
(ubicado en esta última ciudad) era la sede oficial del Prior o máxima
autoridad religiosa santiaguista en la denominada Provincia de León de la Orden
de Santiago, cuya capitalidad administrativa en los asuntos temporales compartían
Llerena y Mérida. Siguiendo los Establecimientos y Leyes santiaguistas, a dicho
convento le correspondía el 10% del diezmo que la Orden de Santiago cobraba a
sus vasallos (es decir, un 1% de todas las producciones agropecuarias de los
vasallos santiaguistas en la citada provincia). Gracias a esta importante
partida de ingresos, el convento, además de mantener al prior y a sus clérigos, paulatinamente
levantó el magnífico edificio leones, incorporando a su patrimonio numerosos
bienes raíces diseminados por todo el territorio santiaguista. Entre ellos
estaba la Hacienda de Lara, con su
espléndida ermita bajo la advocación de Virgen del Ara, la casa de labor y
molinos adjuntos, además de un extenso terrazgo a su alrededor.
Sobre la citada hacienda
disponemos de una noticia correspondiente a su desamortización en 1823 (venta
en pública subasta de bienes de las Órdenes Militares y de ciertos conventos
incorporados por ley al patrimonio del Estado), durante el Trienio Liberal,
llevada a cabo para aliviar la crítica situación de la Hacienda Real. El
anuncio de la referida subasta viene publicada en Crédito Público, según aparece en la copia que sigue:
También en el término y
jurisdicción de Fuente del Arco, en una fecha que no hemos podido precisar, los
cartujos de Sevilla-Cazalla adquirieron un importante patrimonio y hacienda en
las proximidades de la ermita y santuario de la Virgen del Ara (la Cartuja),
que igualmente fue desamortizado en el Trienio Liberal, justo en la misma
partida que el de la Hacienda de Lara,
según el anuncio que sigue:
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