El partido de llerena a finales del XVIII

El partido de llerena a finales del XVIII

jueves, 29 de mayo de 2008

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN GUADALCANAL

I.- INTRODUCCIÓN

En 1807 España y Francia firmaron el Tratado de Fontainebleau, conviniendo la entrada de los ejércitos franceses en territorio español con miras de invadir Portugal y repartírselo. Naturalmente, esta circunstancia, aparte la resistencia de la nación lusa, forzó la intervención de los británicos, sus históricos aliados, que de ninguna manera estaban dispuestos a que se alterase el equilibrio de fuerzas en el continente.

Ya con el poderoso ejército francés ocupando Portugal, y desplegado estratégicamente por distintas zonas del territorio español, tuvo lugar el Motín de Aranjuez (17 y 18 de Marzo de 1808), insurrección palaciega y popular que perseguía imponer como nuevo rey al príncipe de Asturias, y que concluyó con la caída de Godoy y la forzada abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando, desde ese momento Fernando VII. No obstante, días después Carlos IV manifestó haber abdicado presionado por su heredero y partidarios, reclamando ante Napoleón nuevamente la Corona, llegando a un punto el conflicto en el que padre e hijo estaban dispuestos a seguir el dictado de Napoleón con tal de que éste les confirmara como titular de la monarquía hispánica. Por ello, el emperador les hizo ir a territorio francés (Bayona) donde, humillándoles, el 6 de Mayo de 1808 les obligó a abdicar en beneficio de José Bonaparte, determinando además imponer una constitución para España, la de Bayona.

Conocidas estas noticias, el pueblo español, que ya se había amotinado el 2 de Mayo en Madrid, se levantó en armas contra el invasor, con la esperanza de que, tras la expulsión del ejercito francés, entraría en vigor una nueva forma de gobierno que rompiera las amarras del Antiguo Régimen, dando paso a una sociedad más justa e igualitaria.

En efecto, determinadas autoridades locales, verdaderos patriotas y también algunos oportunistas, levantaron al pueblo en armas, fomentando el alistamiento de voluntarios y ofertando avituallamientos y demás pertrechos para proveer a los ejércitos nacionales. Siguiendo esta pauta, en los pueblos importantes se constituyó la Junta Patriótica local, algunas de ellas con su propia milicia de apoyo a los ejércitos regulares.

La guerra concluyó con la expulsión francesa del territorio nacional, aunque durante su desarrollo asistimos a diversas etapas: una primera, de relativo éxito español tras la victoria en Bailen (19/07/1808), que obligó a los franceses a replegarse hacia los Pirineos, donde se reorganizaron y reforzaron. Después, tras la victoria de Napoleón en determinados puntos de la provincia de Burgos (Noviembre de 1808), asistimos a un paseo triunfal de los invasores que prácticamente no se interrumpió hasta mediados de 1812, fecha a partir de la cual empezó a inclinarse la balanza en favor de los intereses españoles y de sus aliados, británicos y portugueses.

Naturalmente, estas distintas etapas tuvieron repercusión en Guadalcanal. En un principio destacamos la iniciativa popular celebrando la caída de Godoy, la llegada al trono de Fernando VII “el deseado”, la constitución de la Junta Patriótica Local, el alistamiento voluntario de soldados y la formación de la milicia urbana. Más adelante cundió el desánimo, cuando a primeros de 1810 ya se vislumbraba la proximidad de los franceses, especialmente tras la rendición de Sevilla el primero de febrero de dicho año, desde donde se personaron para asentarse en nuestra villa a principios de Mayo, permaneciendo aquí casi ininterrumpidamente hasta finales de Agosto de 1812.

II.- DESDE EL MOTÍN DE ARANJUEZ HASTA LA ENTRADA DE LOS FRANCESES EN GUADALCANAL
Las primeras referencias recogidas en el archivo local sobre la Guerra de la Independencia y su preámbulo llegaron a Guadalcanal entre las 10 y las 11 de la noche del 27 de marzo de 1808. Se trataba de la Real Provisión de 21 de Marzo, firmada por Carlos IV en el Real sitio de Aranjuez [1]. Por dicho documento conocieron nuestros antepasados la abdicación del monarca en favor de su hijo don Fernando, desde entonces Fernando VII.

Al día siguiente, también por correo ordinario, es decir, siguiendo el conducto reglamentario (desde la Corte en el Real Sitio de Aranjuez, pasando previamente por la Capitanía General de Extremadura con sede en Badajoz y por el Gobernador del Partido con residencia en Llerena, hasta el Ayuntamiento de Guadalcanal) llegó la Real Orden de 22 de Marzo, ésta firmada por el Supremo Tribunal, que decidía confiscar todos los bienes, efectos y derechos de Godoy, el Príncipe de la Paz, ya preso en el Cuartel de Reales Guardias de Corps. En la misma Orden se nombraba como sustituto al Duque del Infantado.

En realidad, la renuncia a la Corona por parte de Carlos IV tuvo lugar el 19 de Marzo, tras el Motín de Aranjuez. Para quitarle hierro a este enrevesado asunto, en el documento de abdicación el monarca alegaba “achaques y cansancio producido ante el grave peso del gobernante”, añadiendo que se retiraba “para reparar su salud a una zona más tranquila y templada”. Naturalmente, abdicaba en favor de su “muy caro hijo, el Príncipe de Asturias”, pidiendo que se le reconociese y obedeciera como Rey y Señor natural, matizando finalmente, porque la situación lo requería, que tomaba tal decisión “libre y espontáneamente”. No obstante, pocos días después dio marcha atrás, manifestando que había abdicado presionado por su hijo y partidarios. En definitiva, un extraordinario enredo en la cúpula del poder establecido, que añadía más confusión a la delicada situación del momento y daba alas a las aspiraciones de los franceses y a las de sus partidarios en la Península.

Como respuesta a los acontecimientos descritos, durante la mañana del lunes 28 de Marzo tuvo lugar en nuestra villa una sesión extraordinaria del Ayuntamiento, para celebrar simultáneamente la caída del impopular Godoy -que personificaba, junto a Carlos IV, al Antiguo Régimen y a la obsoleta monarquía absoluta- y la llegada al trono de Fernando VII, en quien tenían puestas las esperanzas de dar al Estado una forma de gobierno más acomodada a los nuevos tiempos, es decir, un Nuevo Régimen. Por ello, acordaron:

...que inmediatamente se publiquen las reales órdenes en la Plaza Pública de esta villa con repiques de campanas de sus respectivas parroquias y conventos para que (los vecinos) estén prontos a concurrir para la mayor solemnidad del acto; que igualmente se fijen edictos en los lugares habituales, haciendo saber al vecindario que en las noches del 3, 4 y 5 de Abril iluminen con tan plausible motivo sus casas, permitiendo toda diversión honesta (...), avisando a los párrocos y prelados regulares para que hagan puntuales repiques y libren oficios (divinos) [2].


Estos acontecimientos se producían en momentos en los que el ejército francés, el mejor de Europa con unos 120.000 efectivos perfectamente adiestrados y pertrechados, ocupaba puntos estratégicos de Portugal y del territorio nacional, tras el ya citado Tratado de Fontainebleau. Sin embargo, como las disidencias entre Carlos IV y Fernando VII no amainaban tras la abdicación y revocación ya referidas, Napoleón, con la oscura intención de conciliarles, les citó en territorio francés (Bayona), obligándoles a abdicar en favor de José Bonaparte. Y ésta fue la chispa que definitivamente prendió el levantamiento popular que daría paso a la Guerra de la Independencia, más bien de Liberación.

La primera resistencia popular con transcendencia en el contexto nacional fue sofocada contundentemente por los franceses en Madrid, el conocido, triste y trágico 2 de Mayo de 1808, inmejorablemente plasmado por Goya y magistralmente relatado por Pérez Galdós. Estos sangrientos acontecimientos se difundieron, animando al levantamiento popular, por parte de los alcaldes de Móstoles. Dicha proclama llegó a Guadalcanal el 6 de Mayo desde Llerena, provocando inmediatamente la reunión de su Ayuntamiento, en cuyas Actas reflejaron el texto que sigue:

Ha hecho presente el Sr. Regente de esta Real Jurisdicción, (el Corregidor) D. Martín Castelló, la caótica situación en que se halla la corte de Madrid según el oficio de la justicia de la villa de Móstoles, que le ha sido comunicado por el Sr. Alcalde Mayor Gobernador interino de Llerena, por donde aseguran que se está derramando mucha sangre en aquella, y que imploran auxilio a favor de nuestros compatriotas contra el ejército francés, y de hallarse presa la persona de nuestro Rey. Por ello, deseosos de auxiliarlos en cuanto nuestras fuerzas alcancen y penetrados de los sentimientos más tiernos hacia nuestro Soberano y Patria (...), este Ayuntamiento se pone a disposición de dicho Gobernador interino, al mismo tiempo que acuerdan comunicar la situación al clero de la villa y religiosos para que hagan rogativas durante nueve días en estas críticas circunstancias...

En la tarde de este último día llegaron más noticias desde Llerena, confirmando la dramática situación de Madrid y el encarcelamiento de Fernando VII en Bayona. No obstante, añadían “que los distintos pueblos de la Nación ya estaban organizando para combatir al enemigo francés, cuyo ejército ya había sido derrotado en territorio portugués por los naturales de aquel reino, y que ya se había organizado un ejército español que iba camino de Madrid para socorrer a sus vecinos”, noticias que, aunque exactamente no respondían a la realidad, se incluían para fomentar el espíritu patriótico y elevar el ánimo de los súbditos. Y éste fue el efecto que los referidos sucesos provocaron en Guadalcanal, donde los miembros del Ayuntamiento tomaron inmediatamente la decisión de “convocar a los vecinos y verdaderos patriotas para alistarse y tomar las armas”. Asimismo, acordaron “visitar a los vecinos pudientes para que, enterados de las circunstancias tan críticas de la Nación, suministraran gratuitamente los intereses y armas que tuviesen a bien (...), como es conforme al amor con que deben mirar la causa del Soberano y de la Patria”.

Dos días después, el 8 de Mayo nuevamente se reúne el Ayuntamiento, en esta ocasión para dar cumplimiento a órdenes procedentes del Capitán General de Extremadura, el desafortunado conde de Torre del Fresno [3], interesándose por el número de vecinos dispuestos a alistarse y tomar las armas en defensa del “Rey, de la Patria y de la Religión”. Para ello, tomaron el acuerdo de dar a conocer tales órdenes de la forma más solemne posible, determinando su lectura pública por parte del párroco de Santa María durante la Misa Mayor. Dicho clérigo, como fue usual entre los religiosos de la época, no se limitó a leerla, sino que, además, arengó a los concurrentes animándoles a defender la causa de Dios pues, en general, el estamento clerical veía en Napoleón al enemigo más peligroso de la religión imperante. A la salida de misa, la citada arenga provocó el alistamiento de numerosos voluntarios, según referencias de la autoridades civiles.

Sin que tengamos más noticias de fechas intermedias, en la sesión del 2 de Junio se constituyó la Junta Patriótica de Guadalcanal, como en la mayoría de los pueblos importantes de la España no ocupada por los franceses. Formaron parte de la misma los tres párrocos locales (Santa María, Santa Ana y San Sebastián), Juan Bolaños, Juan Ortega y Juan Antonio Guerrero, este último como escribano del Ayuntamiento, acordando inmediatamente pedir la colaboración del vecindario “en atención a la crítica situación en que se halla la Patria y por consiguiente la necesidad de que todos sus individuos contribuyan a sacudir el vergonzoso e insoportable yugo de la ambición francesa”. A partir de esta fecha se encargaría del gobierno del pueblo siguiendo las instrucciones directas de la Junta Suprema de Gobierno de la provincia de Extremadura, constituida en Badajoz pocos días antes. Dicha Junta Suprema, como sus homólogas en las distintas provincias de la Nación, actuaba inicialmente de forma autónoma y soberana, una vez desacreditado el poder central ante la tibieza, desbandada y disidencia general de sus máximos representantes, tomando el pueblo la iniciativa de la guerra [4]. Precisamente, como una de sus primeras actuaciones, la Junta Suprema de Extremadura tomó la decisión de animar a los pueblos de su jurisdicción a constituir sus respectivas juntas patrióticas, que en Guadalcanal, como acabamos de decir, se constituyó el 2 de Junio de 1808.

Desde este momento, la comunicación entre la Junta Suprema provincial y la Junta Patriótica local fue fluida, acatando en Guadalcanal las continuas órdenes y observaciones recibidas de Badajoz [5], desde donde se interesaban por la necesidad de fortificar sus plazas más insignes, la de organizar un ejército propio, el de Extremadura, y la de dotarlo convenientemente con hombres, dineros y avituallamientos, haciendo especial hincapié en la “vigilancia de personas sospechosas de colaborar con el enemigo, que se introducían en los pueblos con papeles y carteles seductivos con la intención de malograr las ideas que todos nos hemos propuesto en defensa del Rey y de la Patria”. Como respuesta a estas superiores órdenes, desde Guadalcanal contestaron dando datos de la población (1.113 vecinos o unidades familiares, equivalente a unos 4.500 habitantes), de las armas de fuego disponibles (95 escopetas requisadas en la colación de Santa María, 21 en la de Santa Ana y 35 en la de San Sebastián) y de los caballos y monturas existentes en la localidad (85 caballos y 15 sillas entre las tres parroquias) [6]. Igualmente se dio cuenta del alistamiento obligatorio de los soldados que en función de su población le correspondía (278 en total, cubriendo primero el cupo con voluntarios y los demás por sorteo entre los hábiles, incluyendo a los que espontánea y voluntariamente se habían alistado el 8 de Mayo anterior, algunos de ellos ya formando parte del ejército de Andalucía y el resto, suponemos, incorporados al ejército de Extremadura) [7] . Sobre el citado alistamiento existió cierta confusión, al entender la Junta Suprema de Sevilla que los soldados de Guadalcanal deberían incorporarse a su ejército, y al de Extremadura, declarando incluso como desertores a los que ya estaban encuadrados en el ejército de esta última provincia. Esta circunstancia provocó cierto desencuentro entre ambas juntas supremas, comunicando la de Extremadura, “ante los rumores de que la villa de Guadalcanal se había segregado del territorio extremeño, sujetándose al de Sevilla”, que en lo sucesivo se atuviesen a las órdenes recibidas de Llerena y Badajoz, y no a las recibidas de Cazalla y Sevilla [8]. Desde Guadalcanal contestaron que no se había producido tal segregación, justificando su actuación indicando que por puro patriotismo y en defensa de intereses nacionales en Sevilla, puntualmente habían acatado órdenes emanadas de dicha ciudad, circunstancia que no volvería a repetirse [9]. En realidad, la confusión vino provocada por la actitud de la Junta Suprema de Sevilla, que inicialmente se arrogó la facultad de representar en exclusividad los intereses de Fernando VII en la Nación, desestimando a las otras juntas supremas constituidas en el resto de España. Poco después, en Sevilla desistieron de sus pretensiones, quedando Guadalcanal bajo la competencia de Extremadura, provincia y región a la que siempre había pertenecido [10].

La autonomía y soberanía de la Junta Suprema de Extremadura, como la del resto de las provincias nacionales, perduró hasta el 25 de Septiembre de 1808, coincidiendo con la constitución en Aranjuez de la Junta Central Suprema de Gobernación del Reino, que desde el primer momento se hizo cargo de los asuntos de la Guerra y otros de carácter nacional, quedando el ejército de Extremadura bajo su competencia.

La primera actuación de envergadura de la Central del Reino fue coordinar los distintos ejércitos nacionales, para contener a los franceses en las proximidades de los Pirineos, donde se organizaron tras el serio revés sufrido en Bailén por el ejército dirigido por el general Castaño (19/07/08). Sin embargo, ahora las cosas rodaron a favor de los franceses, que a las primeras de cambio puso en fuga desorganizada a los ejércitos nacionales, entre ellos al de Extremadura, que prácticamente desapareció entre bajas, deserciones y despistes, no consiguiendo recomponerse hasta principios de Enero de 1809, cuando los franceses ya acosaban por el norte de Extremadura en su paso hacia Portugal y Andalucía.

Mientras se desarrollaban los acontecimientos descritos en el párrafo anterior, centrándonos nuevamente en Guadalcanal, las actas capitulares no aportan noticias reseñables hasta bien avanzado el mes de Octubre de 1808, cuando se recibió una orden del Ministro del Consejo y encargado de la Fiscalía, solicitando la devolución de los ejemplares que se hubiesen comunicado y remitido a nuestra localidad procedentes del Lugarteniente de Napoleón, el duque de Berg, o del mismísimo José Bonaparte. Desde Guadalcanal, la Junta Patriótica local contestó indicando no haber recibido ninguna orden de las referidas, especialmente porque por aquellas fechas los franceses se encontraban muy retirados de la villa.

La siguiente noticia local es de finales de diciembre, cuando los franceses avanzaban sin apenas obstáculo desde Madrid hacia Extremadura. Bajo estas circunstancias tan dramáticas, la Junta Suprema provincial de Extremadura abordó la necesidad de fomentar las partidas de guerrilla, determinando que los municipios, aprovechando la abundancia de cazadores expertos, formaran partidas para incomodar al enemigo, impidiendo la obtención de víveres mediante acciones por sorpresa en los puntos neurálgicos del sistema de comunicaciones. Con esta finalidad, el 2 de Febrero de 1809 se convocó una nueva sesión de la Junta Patriótica local, a la que habían sido expresamente invitados un maestro alarife, dos vecinos conocedores del término de Guadalcanal y D. Antonio Clarato y Sama, coronel del ejército de Extremadura [11]. Este último asistía como comisionado para el reconocimiento de los caminos, veredas, tránsito y desfiladeros que pudieran servir de paso al ejército francés y a sus carretas a través de Sierra Morena, buscando apoderarse de Sevilla, ciudad donde residía la Junta Central Suprema. En el acta correspondiente aparece descrito el plan de defensa de la zona, dando detalles minuciosos sobre las obras a emprender en ciertos puntos estratégicos y de paso forzado por los invasores, determinando incluso la estrategia a seguir en el caso de no poder impedir puntualmente el paso del enemigo.

Precisamente en estas fechas localizamos las primeras bajas de soldados españoles en el término y jurisdicción de Guadalcanal. Se trataban de soldados del ejército de Extremadura instalados estratégicamente por la Junta Central Suprema en el Puerto de Miravete, en el puente de Almaraz y en Medellín para contener el avance francés e impedir el paso hacia Portugal, Extremadura y Andalucía. Por desgracia, estas posiciones fueron perdiéndolas rápida y sucesivamente tras sendas derrotas puntuales en Marzo de 1809, persiguiendo a los supervivientes y masacrándoles en una rápida incursión de los enemigos hasta alcanzar Andalucía, donde se había refugiado lo que quedaba del ejército comandado por el general Gregorio de la Cuesta. Se suponía que la intención del ejército francés, comandado por el general Víctor, era la de avanzar hasta Sevilla, ciudad donde se refugiaba la Junta Central Suprema del Reino, la máxima representación de la nación y rectora de sus designios. Sin embargo, por circunstancias estratégicas, después de avituallarse en demasía a costa del vecindario de la zona invadida, los franceses se replegaron momentáneamente a posiciones más acorde con sus estrategias. Es decir, durante la primavera de 1809 fue la primera vez que aparecieron los franceses por Guadalcanal y la zona sur de Extremadura, dejando soldados nacionales muertos por doquier y vacíos de ganados y alimentos los campos y despensas. La cuestión de los saqueos resulta obvia; sobre los soldados muertos, los libros de difuntos de los pueblos del entorno así lo confirman (10 enterrados en Fuente de Cantos [12], 3 en Llerena [13] y 28 en Guadalcanal). Sirva esta relación como primer homenaje no anónimo a estos esforzados españoles enterrados “de caridad” en Guadalcanal [14]:
- 03/04/1809. Antonio Zamarco, soldado de Burguillos. Reg. Jaén.
- 06/04/1809. Juan Carro, soldado del 2º de Cataluña.
- 08/04/1809. Joaquín de Arcos, soldado de Madrid. Cía. General.
- 13/04/1809. Manuel de la Peña, soldado. Batallón de Campomayor.
- 17/04/1809. Vicente Martín, soldado manchego. Reg. Jaén.
- 20/04/1809. Domingo Nieto, soldado de Salamanca. Reg. Provincial.
- 24/04/1809. Francisco Barca, soldado de Orihuela. Reg. Jaén.
- 29/04/1809. José Vera, soldado de Salteras.
- 29/04/1809. Manuel Bazán, soldado de Algarrovilla, Reg. Badajoz.
- 29/04/1809. Antonio Correa, voluntario del Almendro. Reg. Madrid.
- 02/05/1809. Domingo Rodríguez, soldado de Azuaga. Reg. Mallorca.
- 06/05/1809. Antonio Parra, soldado de Burguillos. Reg. Badajoz.
- 09/05/1809. Ángel Robles, soldado de Piedrahita. Reg. Plasencia.
- 10/05/1809. Francisco Torrente, soldado de Huercalovera. Reg. Guadix
- 10/05/12809. Juan Martín, soldado de Utrera. Reg. Córdoba.
- 11/05/1809. José Sabater, soldado de San Vicente. Reg. Badajoz.
- 12/05/1809. José Linares, soldado valenciano. Reg. Valencia.
- 14/051809. Jerónimo García, soldado de Sillas. Reg. Valencia.
- 15/05/1809. José Clemente, soldado manchego. Reg. Campomayor.
- 19/05/1809. Casto Angulo, soldado manchego. Reg. Badajoz.
- 20/05/1809. Juan Rodríguez, soldado de Valdepeñas. Reg. Badajoz.
- 24/05/1809. Juan Molina, soldado de Murcia. Reg. Jaén
- 27/05/1809. Gregorio Calvo, soldado de Peñalsordo. Reg. Mallorca
- 28/05/1809. Manuel Domínguez, soldado de El Almendro. Reg. Cádiz.
- 02/06/1809. Manuel Mozabé, soldado de Barcarrota. Reg. Cataluña.
- 12/06/1809. Francisco Sánchez, soldado de Sevilla. Reg. Sevilla.
- 25/06/1809. Antonio Perozo, soldado de Madrid. Reg. Sevilla.
- 16/07/1809. Cristóbal Díaz, sargento del Campo de Crip. Reg. Almansa.

Veintiocho en total [15], ninguno de ellos natural de esta villa. En el resto de los Libros de Difuntos de las tres parroquias locales únicamente aparece un nuevo enterramiento de soldado, el de un cabo de nombre desconocido, en este caso enterrado en la Iglesia Parroquial de San Sebastián, según la siguiente acta y relatos de su párroco:

En la villa de Guadalcanal a doce de Abril de 1810 se enterró de caridad en la parroquia de San Sebastián el cadáver de un cabo de caballería de edad como de treinta años, cuyo nombre y naturaleza se ignora, el cual se hallaba en esta con una división de 2.500 hombres que mandaba el Sr. Brigadier Contreras, y habiendo sido sorprendido el once del mismo mes por cuatro franceses de caballería de los dragones infernales que entraron a carrera por el Coso y calle Olleros, llegando hasta el castillo del convento de la Concepción, salieron huyendo los de dicha división y vecinos y habitantes de esta villa en tales términos que casi quedó despoblada; y el tal cabo se presentó sólo con su caballo delante de dichos dragones, y después de varios golpes que se dieron, lo mataron de un tiro en el citado castillo [16].

Siguiendo con el desarrollo de los acontecimientos locales y a la vista de las continuas refriegas que debieron darse en la proximidad de la villa, en el acta del 7/05/09, según indicaciones de la superioridad, la Junta Patriótica Local procedió a la designación de la honrada milicia urbana, nombrando para ello a 500 vecinos distribuidos en cinco partidas, cada una dirigida por un jefe o comandante. Naturalmente, esta decisión determinaba una escasez de mano de obra en el campo, circunstancia que simultáneamente obligó a elaborar un plan sobre los derechos y deberes de propietarios y jornaleros, fijando los márgenes en los jornales de esquiladores, segadores y jornaleros en general.

Más adelante -ahora también siguiendo instrucciones de la Junta Central Suprema del Reino, que se hacía eco de las continuas quejas de los municipios criticando el mal reparto de bagajes y alojamientos para los ejércitos regulares (06/05/09)-, en la sesión del 8 de Junio de 1809 se acordó constituir sendas juntas locales para la distribución reglamentaria de bagajes y alojamiento, con la activa presencia, colaboración y arengas del clero local.

Ninguna otra noticia local significativa durante el resto de 1809. Los franceses se marcharon de nuestra zona en Mayo de este último año, centrándose los acontecimientos bélicos en Portugal y las zonas norteñas de la Península. Pero a primero de 1810, conquistado por el enemigo la práctica totalidad del norte de España, el pesimismo se apoderó de nuestros antepasados, una vez conocido que los ejércitos franceses pusieron su mirada en Extremadura y Andalucía, contando sus actuaciones con victorias. En efecto, los gabachos avanzaron desde Portugal decididamente sobre Extremadura, bajo el mando del mariscal Massena, apoderándose de Olivenza ya el 22 de Enero e iniciando el cerco de Badajoz el 26 del mismo mes. Al mismo tiempo, el 20 de enero bajo el mando del mariscal Soult penetraron por Despeñaperros, ocupando sin apenas resistencia toda Andalucía prácticamente en sólo un mes. Concretamente y en lo que más nos podía afectar, el primero de Febrero de 1810 se apoderaron de Sevilla, no conformándose Soult con esta ocupación, sino que inmediatamente puso sus ojos en Cádiz (ciudad a donde definitivamente tuvo que trasladarse la Junta Central Suprema del Reino, que la cercó el 6 de Febrero) y sobre la plaza fortificada de Badajoz, enclave ya sitiado por Massena y que resistía heroicamente al acoso francés. Por ello, es a partir de esta fecha cuando empieza a actuar por nuestra zona el 5º Cuerpo del Ejército francés o del Mediodía, cuyas tropas pasaban repetidas veces por nuestras proximidades para reforzar el cerco de Badajoz, ciudad que superó el asedio, defendiéndose del acoso durante más de un año. No obstante, pese a la firmeza de la plaza de Badajoz, desde estas fechas la práctica totalidad del territorio de su actual provincia quedó en manos francesas, continuando con fluidez el tránsito de militares invasores entre Sevilla y Badajoz, con la consiguiente demanda de alojamientos y víveres.

Por desgracia, pocas noticias locales tenemos sobre los primeros meses de 1810, especialmente por el deterioro que presenta el libro de Actas Capitulares de dicho año, ilegibles en su mayor parte [17]. No obstante, es posible detectar que, al menos hasta el mes de mayo de dicho año, sus actas se redactaron en papel acuñado con el sello de Carlos IV, aunque con la correspondiente convalidación para el reinado de Fernando VII, pese a que desde primero de Febrero era frecuente observar cómo pasaban por el pueblo tropas francesas, unas veces desde Sevilla a Badajoz y otras en sentido contrario. Por fin, según referencias de las actas capitulares, el 11 de Mayo determinaron asentarse en Guadalcanal [18], que durante el resto de 1810 representaba una referencia en manos francesas en la ruta entre Sevilla y Badajoz y en sus continuos avances y retrocesos por el sur de Extremadura, operaciones militares que tuvieron como hechos más sonados y próximos las batallas de Cantalgallo (Llerena) [19] y Fuente de Canto 20, ambas durante el verano de 1810 y con resultado favorable para la causa francesa.

III.- BAJO LA OCUPACIÓN FRANCESA.
Suponemos que inmediatamente después de hacer efectiva su presencia en la villa, y de saquearla en lo que pudieron, la primera intervención de los invasores sería nombrar a los nuevos miembros del Ayuntamiento, elección para la que, también suponemos, no tendrían mejor criterio que el azar o el oportunismo de ciertos vecinos, aunque en Guadalcanal hemos de descartar esta última hipótesis, pues no se han localizado referencias de represalias contra los gobernantes municipales bajo dominación francesa, una vez que éstos se vieron forzados a abandonar la villa. Y hacemos tantas suposiciones por carecer de las actas capitulares correspondientes a los primeros días tras la invasión, y porque las pocas referencias disponibles son muy escuetas e imprecisas, nada eufóricas y respetuosamente distantes de las autoridades francesas, tanto civiles como militares, acantonadas en la zona periférica a Llerena durante el resto de 1810, a la espera del asalto a Badajoz.

En la sesión del 25 de Mayo, los miembros del Ayuntamiento elegido por los franceses manifiestan tener noticias sobre la presencia de individuos armados por las proximidades de la localidad, que aparentan ser miembros del ejército español pero, como textualmente se vieron forzados a indicar, se trataba de guerrilleros que cometían excesos y robaban caballerías y ganados, diciendo ser defensores de la Patria. Por todo ello acordaron que no se les ayudasen, naturalmente presionados por las autoridades militares francesas. En realidad se trataba del movimiento guerrillero promovido en Extremadura dentro de lo que se conoció como plan Coupigny, cuya misión era incomodar al enemigo y auxiliar al ejército regular, especialmente en acciones de sorpresas, estudio del movimiento de las tropas enemigas y dando informes sobre todo ello [21].

Durante el resto de 1810 -ahora con actas redactadas sobre papel sellado de Carlos IV, pero convalidado para el reinado de S. M. José I, sólo tenemos noticias de los continuos y asfixiantes requerimientos de dinero, equipamientos, comidas y medios de transporte para los ejércitos franceses, circunstancias de lo que respetuosamente se quejaban los miembros del Ayuntamiento, haciéndose eco de las airadas protestas de la vecindad. Las órdenes de suministro procedían tanto de autoridades militares como de las civiles [22], sin que aparentemente fuese el fruto de un plan organizado, sino de la coyuntura del momento.

Ya en 1811, el primero de Enero se reúne el Ayuntamiento lamentándose no haberlo hecho con anterioridad para elegir a sus nuevos miembros, como era preceptivo “por la indecible ocupación que han tenido, y aún tienen, por motivo de hallarse en esta villa la primera división del quinto cuerpo del ejército imperial” [23], circunstancia que sin duda tendría entretenida a las autoridades locales en su tarea de proporcionar el alojamiento y los pertrechos que continuamente reclamaban los invasores. Por ello, para aliviarse en estas ocupaciones, nuevamente se reúnen el 7 de Enero, ahora para elegir una junta local de alojamientos y otra de embargos para cubrir las exigencias francesas.

El siguiente pleno corresponde al 18 de Enero, convocado tras recibir una carta-orden del comisario regio en la provincia de Extremadura, D. Francisco de Therán, por aquellas fechas residente en Zafra, ciudad que se había convertido en la capital administrativa de los invasores en el Sur de Extremadura. En dicha carta-orden se requería que los miembros del Ayuntamiento convocaran a todos los vecinos en la Plaza Pública para que, juntos y congregados, presentaran juramento al Rey, José Bonaparte, siguiendo el siguiente ritual: “juramos fidelidad y obediencia al Rey, a la constitución (de Bayona) y a las leyes”. Igualmente se ordenaba que deberían convocar a todos los funcionarios públicos y a los curas párrocos, beneficiados y demás componentes del cabildo eclesiástico para, a título personal, exigirles el mencionado juramento, en este caso firmado de puño y letra. Naturalmente, dichas órdenes fueron cumplidas, suponemos, con indiferencia y rabia, tras la sesión del 18 de Enero de 1811, en unos momentos en que el ejército francés, con más 25.000 efectivos en la zona acababa de pasar por Guadalcanal y sus proximidades camino de la ciudad de Badajoz, consiguiendo reducirla el 11 de Marzo de dicho año.

En efecto, durante el primer semestre de 1811 la provincia de Badajoz fue escenario de múltiples enfrentamientos, con resultado dispar. La heroica rendición de Badajoz el día 11 de marzo, tras un año de asedio casi ininterrumpido, representa una referencia importante de la guerra, tanto en Extremadura como en España. Pero poco después, una vez consolidada la plaza de Badajoz y de dejarla debidamente defendida, el general Latour-Maubourg se retiró hacia Sevilla, siendo su retaguardia continuamente acosada por la caballería de vanguardia del 5º ejército aliado, comandada por el bizarro conde de Penne-Villemur, que sucesivamente castigó a la retaguardia francesa, persiguiéndoles y atacándoles en Villafranca, Zafra, Los Santos, Usagre, Llerena, Casas de Reina y Reina, limpiando la zona de enemigos y dejándolo el 20 de Abril en Guadalcanal. Una semana después, desde nuestra villa los franceses intentaron recuperar Llerena, no sólo por el significado histórico de la ciudad sino por que en ella, en su precipitada huída el día 18 del mes en curso, habían dejado gran cantidad de víveres y otros avituallamientos. No consiguieron los invasores este objetivo, pues fueron rechazados en un enfrentamiento que tuvo lugar el 28 de Abril en las proximidades de Reina y Casas de Reina, a la altura del camino real que comunica ambas poblaciones con Guadalcanal [24].

Pese a las actuaciones del conde Penne-Villemur, la realidad fue que, tras la toma de Badajoz, la práctica totalidad del territorio extremeño quedó en manos de los franceses [25], continuando con fluidez el tránsito de militares invasores entre Sevilla y Badajoz, repostando con frecuencia en nuestra villa [26]. Esta circunstancia aumentaba las continuas peticiones de avituallamiento, con las consiguientes quejas de los vecinos. En efecto, a esta altura de la contienda el pueblo estaba totalmente esquilmado, circunstancia que no frenaba los requerimientos franceses, llegando a un punto en el que no disponían de las diez caballerías exigidas en un determinado momento para el recambio de las postas francesas entre Sevilla y Badajoz, obligándose las autoridades locales a comprarlas fuera de Guadalcanal, dando cuenta de estas circunstancias en el acta de la sesión del 10 de Junio de 1811, adjuntando los recibos de compra correspondientes. No contentos con este esfuerzo, los invasores inmediatamente solicitaron un repartimiento de 21.234 rls. entre los vecinos, que se llevó a efecto en la sesión de 16 de Julio siguiente. Y así continuaron las cosas durante el resto de 1811, entre requerimiento de pertrechos por parte de los franceses y las naturales quejas del vecindario, que pasarían excesivas estrecheces.

Ya en los últimos meses de 1811 [27], consolidada la posición francesa en la práctica totalidad del territorio extremeño, comienzan a llegar a Guadalcanal distintas disposiciones legislativas sobre la administración civil y militar de la provincia de Extremadura, especialmente sobre el gobierno local, como aquella que regulaba el nombramiento de los miembros del Ayuntamiento, ahora asociados en la llamada Junta Municipal o municipalidad. Según estas disposiciones, el gobierno de Guadalcanal debía quedar bajo la tutela directa de cuatro regidores, elegidos públicamente entre los propietarios locales. Conservamos en nuestro archivo las actas correspondientes (21/12/1810), el proceso de elección y los nombres de los elegidos, uno de los cuales alegó enfermedad para no comprometerse en tan desagradable aventura. Igualmente se conserva el acta de la toma de posesión y juramento de cargos por parte de los nuevos regidores y demás oficiales municipales, hecho que tuvo lugar el primero de Enero de 1812.

El 7 de Febrero siguiente, ante el descontento de la población por los nuevos requerimientos de víveres, desde Llerena se recibe un escrito firmado por la segunda autoridad civil de la provincia, el afrancesado Francisco Jiménez Riquelme, convocando en la citada ciudad una “Gran Junta” constituida por la municipalidad de su partido, en donde debían presentarse con todos los recibos de los suministros que hubiesen hecho a las tropas imperiales durante 1811. Desde Guadalcanal, confirmando lo ya indicado, llevaron la consigna, previamente estudiada en una sesión extraordinaria, de que habían contribuido con muchos suministros, pero que “tenían pocos recibos por haberse perdido ante la gran confusión y complicación de cosas en la fijación de las divisiones y continuo paso de tropas y que también por la prontitud con que se marchaban, muchas veces sin quererlos dar” [28].

Continúan las actas de 1812, tratando de forma rutinaria temas relacionados con nuevas peticiones de suministros para los franceses y las naturales quejas por parte de la Junta Municipal, cuyos miembros, ante la hambruna que se señoreaba entre la mayor parte del vecindario, obligado a buscarse la vida como podía, se vieron forzados a nombrar un rondín constituido por diez personas que continuamente debían vigilar las propiedades particulares.

En Abril de 1812, Badajoz fue liberado por las tropas inglesas, portuguesas y españolas, hecho y fecha que representa un punto de inflexión en el desarrollo de la guerra en Extremadura y en España. Ahora, como ya había ocurrió justamente un año antes, el bizarro conde Penne-Villemur -bajo el mando del general en jefe de los ejércitos aliados, general Hill-, vino castigando a los franceses desde Badajoz hasta que salieron de su actual provincia por Azuaga y Guadalcanal, de donde salieron antes del 9 de Julio [29] .


Pero los franceses, más agobiados que en fechas precedentes, no abandonaron Guadalcanal con las manos vacías, pues se llevaron todo lo que pudieron. Sobre este particular, no tenemos constancia oficial del total de suministros proporcionado por la villa a los franceses durante el periodo de ocupación. Sólo disponemos de un añadido extraoficial a un documento oficial que enumeraba la aportación de la villa al sostenimiento de los ejércitos nacionales, una vez que la abandonaron los franceses, siguiendo el contenido del legajo 648 del AMG, en uno de cuyos documentos (repartimiento de contribuciones de 1814) aparece dicha coletilla, bajo el epígrafe “suministro a los franceses desde el 11 de mayo de 1810 hasta último de agosto de 1812”, fecha en la que abandonaron la villa definitivamente. Según dicha nota, la villa de Guadalcanal se vio forzada a entregar a los franceses los siguientes avituallamientos:
- 320.263 reales.
- 2.686 fgas. de trigo.
- 5.030 fgas. de cebada.
- 63. 816 raciones de carne.
- 34.565 raciones de aceite.
- 229 @ de carbón.
- 2.921 raciones de paja.
- 6.635 raciones de vino.
- 7.788 raciones de vinagre.
- 35.762 raciones de pan.
- 669 carneros.
- 13.816 raciones de sal.
- 7.000 cabezas de ganado lanar y cabrío.
- 7.000 cabezas del mismo ganado enviadas a Sevilla.
- 90.000 reales extras que se llevaron en el desalojo.
- 941 fanegas de trigo, que también cargaron al abandonar la villa.
- Y 180 fanegas de cebada, que igualmente requisaron en el desalojo.


IV.- DESDE LA RETIRADA DE LOS FRANCESES HASTA EL FINAL DE LA GUERRA.
Sabemos que el 31 de Agosto de 1812 no quedaba un solo francés en la zona, retirados una vez que el 28 de Agosto tuvieron que entregar la plaza de Sevilla. Este momento fue aprovechado por la Junta Municipal nombrada a primeros de año por los invasores, ahora citado textualmente como “gobierno intruso”, para reunirse en sesión extraordinaria y presentar la dimisión de sus respectivos oficios. Dicha dimisión, siguiendo consignas generalizadas de las nuevas autoridades provinciales, se hacia en favor de los regidores y funcionarios que estaban al frente del gobierno municipal cuando el pueblo fue invadido a primeros de Mayo de 1811. No obstante, antes de dimitir prudentemente acordaron “que por la toma de la ciudad de Badajoz -hecho que había tenido lugar hacía unos meses-, haya iluminación en el pueblo con repiques de campanas y Tedeúm con misa solemne en acción de gracia”.

Siguiendo estas pautas, durante la tarde del día últimamente referido se reunió la nueva corporación para jurar sus cargos [30], determinando inmediatamente volver a reunirse al día siguiente, en cuya sesión acordaron pasar un oficio a los párrocos locales para que por tres días consecutivos se celebrasen misas solemnes, el Tedeum de rigor e iluminación de todas las casas del pueblo para celebrar los éxitos de los ejércitos nacionales. A partir de estas fechas, asistimos a momentos de euforia entre la vecindad, que ya no se quejaba de los continuos requerimientos de dinero y bagajes para el ejército, ahora nacional, sino que colaboraba con entusiasmo [31] , especialmente a partir de mediados de Octubre, cuando se impuso en la localidad el nuevo Ayuntamiento configurado y dirigido según disposiciones emanadas de la Constitución de Cádiz (aprobada el 19/3/1812) y la Diputación Provincial de Extremadura (constituida tras las elecciones del primero de Octubre de 1812), organismo, éste último, en cuya elección ya participo nuestra villa y del que formaba parte el guadalcanalense Alonso Ayala y Silveira.

De 1813 sólo queda en nuestro archivo retazos de las Actas Capitulares, que nada aportan sobre el estudio que se sigue, salvo ciertas peticiones de dinero y avituallamiento para la causa nacional. Durante todo este año los franceses, ahora a la defensiva, se replegaron ordenadamente hacia los Pirineos, en cuyas proximidades soportaron las derrotas definitivas (Vitoria y San Marcial), llegando los aliados a superar la frontera natural.

La Guerra concluyó a finales de 1813, tras el acuerdo de Valençay (4/12/1813), referencia de la que no tenemos noticias en nuestro archivo por las deficiencias del libro de actas de dicho año. En 1814 por fin se incorporó Fernando VII, el elogiado y deseado durante todo el tiempo de la Guerra, pero que defraudó estrepitosamente, anulando la Constitución de Cádiz y todas las leyes y decretos emanadas a su amparo, retornando nuevamente a prácticas políticas y sociales cavernarias y propias de las fases más retrógradas del Antiguo Régimen, obviando las innovaciones ilustradas, el ejemplo de la revolución francesa y el sacrificio del pueblo español para recuperarle la corona que indignamente llevó hasta su muerte.

De este mismo año, para finalizar ya con las repercusiones de la Guerra de la Independencia en nuestra villa, tenemos un documento oficial que relaciona el total de suministros de la villa a los ejércitos nacionales desde el 12 de octubre de 1812 hasta el final de la guerra, según un documento firmado por la tesorería de rentas de Llerena [32]:
- 53.263 reales en efectivo.
- 36. 133 reales en raciones de pan.
- 908 fanegas de cebada.
- 142 fanegas de trigo.
- 11.190 libras de carne.
- 18 reses vacunas.
- 270 carneros.
- 298 @ de harina.
- 3127 cuartillos de vino.
- 508 cuartillos de aguardiente.
- 155 raciones de menestra.
- 173 herraduras.
- 1.350 clavos.
- Y otros 7.500 reales en efectivo.
___________________________________

1 AMG, leg. 1382. Libro de Actas Capitulares, carpeta de 1808.
2 En el documento anterior. Similares muestras de regocijo se dieron en la mayoría de los pueblos de la Nación, entendiendo que, pese a continuar la monarquía borbónica, con Fernando VII llegarían aires de modernidad, anulando el Antiguo Régimen para dar paso a un nuevo orden de cosas o Nuevo Régimen, donde sobraban Carlos IV y la privanza particular del extremeño Godoy.
3 Desafortunado porque, pocos días después -acusado por el vecindario de Badajoz de mostrar tibieza ante las pretensiones francesas, más concretamente por no celebrar con la solemnidad deseada la onomástica de San Fernando en homenaje al nuevo monarca preso en Bayona- fue apaleado y muerto por los propios vecinos.
4 De hecho, la Guerra de la Independencia, especialmente en sus primeros momento, se considera como un movimiento popular que pretendía desentenderse de la estructura política y administrativa del Antiguo Régimen, aprovechando igualmente el momento para librarse del invasor, pues el pueblo consideraba a las autoridades como tibias e indecisas en su trato y consideración de los franceses, organizando motines y linchamientos, como el ya citado en la nota anterior.
5 AMG, leg. 126. Cuaderno de superiores órdenes sobre la creación de la Junta Patriótica en defensa de nuestro Rey y señor natural. Fernando VII, Religión y Patrias.
6 AMG, leg. 593.
7 GORDÓN BERNABÉ, A. "Milicianos de Guadalcanal en la Guerra de la Independencia", en Revista de Feria y Fiestas, Guadalcanal, 2001. El autor, a quien agradecemos desde estas páginas su aportación, relaciona nominalmente a 207 de estos soldados, nómina a la que no hemos podido tener acceso. Los que faltan, hasta los 270 que indican en el documento de referencia, debieron alistarse voluntariamente el 8 de mayo de 1808.
8 MALDONADO FERNÁNDEZ M. "El partido de Llerena: origen y evolución hasta finales del Antiguo Régimen". En Actas de la IV Jornadas de Historia en Llerena, Sociedad Extremeña de la Historio, Llerena, 2004. En dicho artículo se analizan las distintas demarcaciones jurisdiccionales de dicho partido, al que históricamente pertenecía Guadalcanal, centrándonos especialmente en las peculiares circunstancias que concurrieron en los últimos años del XVIII y primeros del XIX.
9 AMG, leg. 126, doc. ya citado.
10 MALDONADO FERNÁNDEZ, M. "El partido de Llerena…, art. cit.
11 AMG, leg. 1.382. Libro de Actas Capitulares, carpeta de 1809.
12 LAMILLA PRÍMOLA, J. "La Guerra de la Independencia en Fuente de Cantos a la luz de los libros sacramentales" en Actas de las VII Jornadas de Historia de Fuente de Cantos, Fuente de Cantos, 2007.
13 AP de Ntra. Sra. de la Granada, Libro de defunciones de 1809.
14 AP de Santa María, Libro de defunciones de 1809.
15 No podemos afirmarlo con rotundidad, pero parece ser que los franceses no llegaron a Guadalcanal, deteniéndose en Llerena y Fuente de Cantos. Estos 28 enterramientos correspondían a soldados heridos y hospitalizados en Guadalcanal, que murieron en sucesivos días.
16 Desconocemos dónde y cómo se enterraron los numerosos soldados muertos por la zona durante 1810, 1811 y 1812, pues en los libros de defunciones de las parroquias de los pueblos comarcanos no encontramos más actas de defunciones que las ya citadas.
17 AMG, leg. 1.251. Libro de Actas Capitulares, carpeta de 1810.
18 Ya el día 10 de Abril entraron en el pueblo, como debió también ocurrir en fechas anteriores sin intención de quedarse. Al menos así lo contaba el párroco de San Sebastián en la partida de defunción del cabo que murió heroicamente.
19 MALDONADO FERNÁNDEZ, M. "La batalla de Cantalgallo, en Revista de Fiestas Patronales, Trasierra, junio de 2008. Dicha batalla (entre Llerena y Bienvenida, el 11 de Agosto de 1810) no fue una simple escaramuza de las muchas organizadas por la resistencia española sobre la columna móvil francesa que continuamente recorría el trayecto entre Sevilla y Badajoz. En este caso fue una confrontación buscada y estudiada por ambos contendientes, cada uno de ellos integrados por unos 10.000 efectivos.
20 Más datos en LAMILLA PRÍMOLA, art. cit.
21 GÓMEZ VILLAFRANCA, R., Extremadura en la Guerra de la Independencia. Memoria Histórica, pág. 178 y stes., Badajoz, 1909.
22 Éstas representadas por el gobernador afrancesado de Llerena, don Andrés Amat y Robles, que obedecía órdenes de la máxima autoridad civil francesa, don Francisco de Therán, comisario de José Bonaparte en Extremadura y asentado en Zafra, donde tenía fijada su residencia ante la complicada situación de Badajoz, plaza siempre sitiada por uno u otro bando.
23 AMG, leg. 1251. Libro de actas capitulares, carpeta de 1811.
24 MALDONADO FERNÁNDEZ, M "La Guerra de la Independencia en la Sierra y Campiña sur badajocense: La acción de Reina y Casas de Reina", Revista en Honor de Ntra. Sra. de las Nieves, Reina, Agosto de 2008. Sobre esta misma "acción", también pueden consultar otro artículo que presento este verano en la Higuera, titulado "La muerte del teniente Pizarro, un higuereño héroe de la Guerra de la Independencia".
25 Así lo afirmaba a finales de marzo, tras la toma de Badajoz, el Conde Gazán, general de división de los ejércitos del Mediodía y Jefe de Estado Mayor de la provincia de Extremadura (...aniquilado enteramente el ejército insurreccional de Extremadura y estando en ventaja en Andalucía...), proponiendo indulto para los soldados del ejército español de Extremadura y animando a los que quedaban a incorporarse a sus pueblos para que se dedicasen pacíficamente a sus tareas anteriores. Asimismo, dicta un numeroso articulado para regular el gobierno político de la provincia, actuación que se siguió de una petición de 400 mulas, distribuidas así entre los partidos de la provincia de Extremadura (Alcántara, Badajoz, Cáceres, Llerena, Mérida, Plasencia, Serena y Trujillo).
26 En realidad, según se quejaba el general Castaño y la mayoría de los jefes militares españoles del V ejército, los franceses se adueñaron de Extremadura tras la retirada de los aliados (por decisión personal de lord Wellington) a otras zonas limítrofes con Portugal durante Mayo de 1811. AHN, Diversos-Colecciones, 137, N. 68
27 AMG, leg. 1.251. Libro de actas capitulares, carpeta de 1811.
28 AMG, leg. 1.251. Libro de actas capitulares, carpeta de 1812.
29 AHN, Diversos-Colecciones, 139, N. 61. Acción de Ayllones dada por la división de vanguardia al mando del general Conde de Penne Villemur, los días 10 y 11 de Julio de 1812. Sobre esta "acción", pueden consultar un artículo que sobre estas mismas fechas publico en la Revista de Feria y Fiestas de Valverde de Llerena, que lleva por título "Retirada de los franceses de la zona sur de Extremadura. La acción de Ahillones y Berlanga (10 y 11 de Julio de 1812)"
30 Sólo faltaba el corregidor, recientemente fallecido. Como el mantenimiento de este oficio suponía cierta carga para la hacienda local, los regidores tuvieron a bien solicitar que en lo sucesivo no fuese preceptivo tal oficio en la villa.
31 Por ejemplo, los 100.000 reales con que se cargó inmediatamente al concejo en pagas semanales de 6.868 reales ("Repartimiento semanal que se hace a los vecinos de esta villa y aldea de Malcocinado por ahora y por una vez para atender a los fines que se mencionan, por acuerdo del Ayuntamiento de 9 de septiembre de 1812" para cuyo efecto siguieron el libro de amillaramiento y beneficios rústico, pecuario e industrial de 1811. AMG. Leg. 648). Siguiendo con esta política de repartimientos puntuales, mencionamos también otro de Septiembre de 1813, en este caso tras solicitud del jefe político de la provincia, Carlos Rusconi, reclamando 800.000 reales de la provincia para acudir en auxilio del ejército de los Pirineos que estaba a punto de expulsar a los franceses, pero con riesgo de retroceder si no le llegaba dicha ayuda. Al partido de Llerena, donde naturalmente seguía encuadrado Guadalcanal, le correspondieron 136.000 reales de los requeridos. (AMG, Leg. 1.382, carpeta de 1813.)
32 AMG. Leg

miércoles, 28 de mayo de 2008

LA MUERTE DEL TENIENTE PIZARRO, UN HIGUEREÑO HÉROE EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA


En tres momentos distintos de los estudios seguidos sobre la Guerra de la Independencia, y su particular desarrollo en Extremadura, me he cruzado con sendas referencias sobre el teniente Pizarro. Primero en el Archivo Parroquial de Ntra. Sra. de la Granada de Llerena, donde registraron su muerte y enterramiento en el Libro de Difuntos de 1811. Después en el Archivo Municipal de Valencia de las Torres, donde se localiza un documento mediante el cual la madre del teniente pleiteaba por el caballo de su difunto hijo[1]. Finalmente en el Archivo Histórico Nacional, en un documento que recoge la acción o batalla habida en las proximidades de Reina y Casas de Reina[2], batalla donde el 28 de Abril de 1811 resultó muerto el teniente[3].

Tanta coincidencia, después de escribir varios artículos sobre esta guerra en distintos pueblos del entorno de Llerena, me ha animado a abordar el aspecto humano de la guerra, y también el picaresco, más allá de la pura descripción de las ambiciones políticas y de los hechos bélicos de la contienda.

El teniente Pizarro estaba encuadrado en la caballería de vanguardia española dirigida por el conde Penne-Villemur, concretamente formando parte del Batallón de Dragones de Lusitania y del V ejército de los aliados contra Napoleón (españoles, británicos y portugueses). El conde, como se deduce de su propio nombre, era un francés enemigo acérrimo de Napoleón y su política imperialista, que decidió unirse a la causa española contra sus propios compatriotas. Y asumió sus demostradas competencias militares con decisión y heroicismo, dejando numerosas muestras de ello a lo largo de la Guerra de la Independencia, más bien de Liberación, ante la invasión napoleónica. Precisamente por estas circunstancias, las Cortes de Cádiz, mediante el Decreto LXXXI de 4 de Agosto de 1811, así se lo reconoció, concediéndole “la gracia de naturaleza en los reynos de España”.

La muerte del Teniente tuvo lugar el 28 de Abril de 1811, precisamente en la etapa de la Guerra más favorable para los intereses franceses, cuando prácticamente dominaban toda España. En efecto, los invasores, tras catorce meses de asedio, habían conseguido tomar Badajoz el 11 de marzo de dicho año, el último reducto del territorio nacional -junto a Cádiz, plaza que nunca ocuparon- que aún no habían conseguido dominar.

Pocos días después, una vez consolidada la plaza de Badajoz por los franceses y de dejarla debidamente defendida, el general Latour-Maubourg se retiró hacia Sevilla
[4], siendo su retaguardia perseguida y acosada por la caballería de vanguardia del V ejército aliado, comandada por el bizarro conde de Penne-Villemur, que sucesivamente castigó a los franceses persiguiéndoles y atacándoles en Villafranca, Zafra, Los Santos, Usagre, Llerena, Casas de Reina y Reina, limpiando la zona de franceses y dejando el 20 de Abril al enemigo en Guadalcanal.

Una semana después, desde Guadalcanal los franceses intentaron recuperar Llerena, no sólo por el significado histórico de la ciudad sino por que en ella, en su precipitada huída el día 18 del mes en curso, habían dejado gran cantidad de víveres y otros avituallamientos. Y fue este el enfrentamiento en el que murió –más bien fue asesinado- el teniente Pizarro. En efecto, cuando en Llerena se tuvo noticias de las intenciones francesas, la caballería de vanguardia española salió a su encuentro, observando a las 11 de la mañana del 28 de Abril al enemigo “ocupando unas alturas a la vista de Casas de Reina, entre el camino real de Llerena y Reyna a Guadalcanal”. La descripción de esta “acción” la dejamos en boca del mismísimo general Castaño, héroe de Bailén y general en jefe del V ejército, testimonio que lo firmó en el cuartel genera de Santa Marta, el primero de Mayo de 1811, una vez que dicho general en jefe fue informado por el propio conde Penne-Villemur. Textualmente, dicho informe decía lo siguiente:

"El día 28 de Abril, a las 11 de la mañana se dirigió la caballería de Latour-Moubourg hacia Llerena, en dos columnas por el camino real de Guadalcanal y el de Reina. La fuerza del enemigo, según los partes que recibió el conde Penne se graduaba de 150 a 200 caballos, bajo cuyo concepto dispuso que el coronel del (batallón del) Borbón, don Juan Casquero, fuese con 100 caballos inmediatamente a sostener a los tiradores sobre el camino real, y cargar a los franceses si no se retiraban. Destacó también el escuadrón del Algarbe hacia Reina para contenerlos por aquella parte, y el conde, con el resto de la caballería, fue a tomar posición en el punto que debía guardar (…) Los enemigos eran en número de 600 caballos, formados en dos escalones sobre el camino real, en lugar de los 200 que se había dicho y hubo que advertir al coronel Casquero y al conde Penne para que no ignorasen la exorbitante superioridad del enemigo. Pero aquel bizarro jefe (Casquero) sólo oía las advertencias de su valor, respondiendo: se me ha mandado cargar, e hizo tocar a degüello en aquel momento. Nuestros valientes soldados del batallón de Borbón, y un destacamento del escuadrón de Panticoso con los tiradores al flanco izquierdo penetraron por las primeras tropas enemigas. Éstas, reforzadas por el segundo escalón enemigo recibieron la carga con el mismo valor que la primera. El animoso coronel de Borbón, herido de una cuchillada en el muslo, se defendió sable en mano, y la pistola en la otra, hasta que cayó del caballo y fue hecho prisionero de guerra; su tropa, obligada a retirase por el excesivo número de caballería que la cargaba, lo ejecutó de una en otra altura, teniendo que pasar algunas zanjas, en que sufrió una pequeña pérdida, pues cayeron tres caballos, entre ellos el del teniente de Dragones de Lusitania, don Antonio Pizarro, oficial de gran valor y de reputación bien acreditada, que después de hecho prisionero fue asesinado con otros siete u ocho soldados.
Mientras esto sucedía, el conde Penne acudió con su reserva formada en dos columnas, pero ocultando su verdadera fuerza, siempre muy inferior a la del enemigo; los tiradores marcharon de nuevo en cabeza, volviendo a tomar su primera posición, y el enemigo se retiraba inmediatamente por escalones en diversas columnas (hacia Guadalcanal). Nuestra pérdida fue de nueve muertos, incluso el teniente don Antonio Pizarro; ocho heridos con el coronel de Borbón (el Coronel Casquero, que más tarde consiguieron rescatar) (…) Por varios partes, se ha sabido que fue considerable la pérdida del enemigo en oficiales y soldados; varios caballos han llegado sin jinete a Guadalcanal, y muchos heridos. No es posible elogiar ni recomendar bastante la resolución y valor con que se batió la oficialidad y tropa en esta acción, peleando con una desigualdad tan considerable. Era preciso sostener a toda costa el punto de Llerena del que depende también las pocas subsistencias del País; y el heroico denuedo con que se ha conservado, es tan digno de consideración, que no da lugar al elogio".

Sigue Castaño elogiando individualmente a los oficiales y soldados destacados en esta “acción”, resaltando, entre los muchos ejemplos que cita, al capitán don Juan Alonso, quien, a sus 64 años de edad y después de 42 de servicio en el ejército, “manifestó no habérsele enfriado aún el espíritu en la vejez, saliendo herido de una estocada en el costado”. Especial mención hizo sobre la muerte del teniente Pizarro, observada directamente por el conde Penne-Villemur, que igualmente vio cómo dos soldados del escuadrón de voluntarios de Sevilla “a pistoletazos y cuchilladas libertaron dos heridos, echando pie a tierra y trayéndose el caballo del teniente Pizarro”.

Poco después, y de esto ya no tenemos noticias directas –porque, es preciso resaltarlo, los acontecimientos bélicos no rodaron en favor de la causa española y, por tanto, no había que narrar ningún éxito-, los franceses consiguieron recuperar nuevamente esta zona sur y central de la actual provincia de Badajoz, librando a mediados de Mayo la famosa batalla de la Albuera, tras la cual, aunque parece ser que terminó en empate, los franceses se apoderaron de las principales plazas de la actual provincia de Badajoz, dominándola militarmente y gobernándola políticamente hasta el verano de 1812
[5].

Al día siguiente tuvo lugar el enterramiento del teniente Pizarro en Llerena, concretamente en la Iglesia Parroquial de Ntra. Sra. de la Granada. Según el acta correspondiente, el teniente era hijo de Juan Pizarro, ya difunto y natural de Bienvenida, y de doña Maria Baca, natural de Llerena y vecina de la Higuera.

Pero la historia que contamos no queda cerrada aquí. El día 3 de Julio de 1811, doña María Baca se dirigió a don Juan José Cabanillas, alcalde ordinario de Valencia de las Torres por el estamento noble, pidiendo amparo y justicia. Para ello, inicia el escrito identificándose como “viuda honesta” y madre del difunto teniente Pizarro, “muerto en el campo de batalla, en término de Casas de Reyna, en 28 de Abril último, a vista del general de la vanguardia el Sr. Conde Penne de Villemur”. Añade que “su señoría (el conde) tuvo a bien honrarle por sí y en nombre de la Patria con los distintivos a que se hacen acreedores los que con heroísmo vierten su sangre en el campo del honor”. Por ello, continúa el relato de doña María, el conde “determinó, entre otras cosas, se le entregara su equipaje y semoviente caballar –el caballo que recuperaron los dos soldados del batallón de voluntarios de Sevilla, tras el asesinato del teniente- que tenía por su condición, y que haga de ello en los términos que me fuese más útil”

Pues bien, una vez el caballo en poder de doña María, ésta decidió venderlo a un tal Francisco Belardiez, que según la interesada era vecino se Valencia de las Torres. El trato de venta se cerró en la casa de morada de la viuda, “tres días ante de la Ascensión de Ntro. Sr.”, en presencia de numerosos testigos y fijando el precio en 950 reales. De ellos, la vendedora recibió en el acto una bestia asnal, valorada en 650 reales, y el compromiso de cobrar los 300 reales restantes dos días después, una vez que el comprador se hiciese con dicha cantidad en Hornachos. Cinco días después, sin que Berlardiez hiciese acto de presencia para entregar los 300 reales comprometidos, la bestia asnal que medió en el trato, y otras también propiedad de doña María, pasaban por Valencia de las Torres a cargo de Pedro, su sirviente, empeñadas en las tareas propias de la recolección. Y fue precisamente en este momento cuando Belardiez, acompañado de uno de sus hijos, se apoderó con violencia de la bestia asnal citada y, sin soltar palabras, se la llevó, quedándose doña María sin el caballo, el asno y los 300 euros.

Como respuestas a estos últimos acontecimientos, doña María se dirigió al referido alcalde, solicitando justicia. Éste, haciéndose valer del escribano y del alguacil, hizo compadecer al tal Belardiez, tomándole declaración. Belardiez ratificó, punto por punto, todo lo declarada por la denunciante, añadiendo sólo un matiz: que el caballo en cuestión se lo había quitado un oficial de los Dragones de Lusitania, entre Villafranca y Almendralejo, alegando que había pertenecido a uno de sus ayudantes.

No dio más datos Belardiez sobre la cuestión. Tampoco tenemos que dudar de su palabra, que podía ser la de un honrado compatriota o la de un pícaro de los muchos que proliferan en épocas de crisis. Lo cierto es que el alcalde de Valencia de las Torres traspasó este enredo jurídico a las autoridades de Hornachos, alegando que el acusado estaba avecindado en esta última población.

Con esta última actuación se cerró el proceso en Valencia, en cuyo archivo hemos localizado el documento de base para esta parte del relato, reabriéndose el pleito en Hornachos, donde no hemos tenido la oportunidad de localizar la documentación complementaria.
_________________
[1] Archivo Municipal de Valencia de las Torres, leg. 26.
[2] AHN, Diversos-Colecciones, 142, N. 21. Ataque del conde Penne-Villemur en Usagre, en el mes de Abril de 1811
[3] Más datos en MALDONADO FERNÁNDEZ, M. “La Guerra de la Independencia en Reina y su entorno: La acción de Reina y Casas de Reina”, en Revista de Fiestas en honor de Ntra. Sra. de las Nieves, Reina, Agosto de 2008.
[4] Volvía hacia Sevilla con 3.000 soldados, 500 de caballería y 3 piezas de artillería, según datos del general en jefe del V ejército aliado, el general Castaño.
[5] Más información en MALDONADO FERNÁNDEZ, M. “La guerra de la Independencia en Guadalcanal”, en Revista de Feria y Fiestas, Guadalcanal, Agosto de 2008.

RETIRADA DE LOS FRANCESES DE EXTREMADURA. LA ACCIÓN DE AHILLONES Y BERLANGA (10 Y 11 DE JULIO DE 1812)


I.- INTRODUCCIÓN
La Guerra de la Independencia, más bien de Liberación, fue inicialmente un movimiento patriótico y popular, en contra de la opinión de la jerarquía que oficialmente representaba a la Corona secuestrada en Bayona por Napoleón y que, por tanto, dicha jerarquía era la que controlaba y dirigía al inoperante y escaso ejército nacional. Concluyó en 1814, con la derrota y retirada de los franceses. Sin embargo, para la total liberación del territorio nacional fue necesario la colaboración del ejército anglo-portugués, de inestimable ayuda, y fomentar la imprescindible táctica y acción de patriotas guerrilleros; es decir, la guerra se ganó gracias a la indispensable asistencia y concurrencia de esfuerzos por parte del pueblo español, su ejército, la ayuda anglo-portuguesa y la sorprendente y eficaz acción de la guerrilla.

Durante su desarrollo asistimos a diversas etapas: una primera, de relativo éxito español tras la victoria en Bailen el 19 de Julio, que obligó a los invasores a replegarse entre el Ebro y los Pirineos, donde se reorganizaron y reforzaron. Después, tras la victoria de Napoleón en las proximidades de Burgos (Gamonal-Noviembre de 1808), asistimos a un paseo triunfal de los invasores, que no declinó hasta la primavera de 1812, fecha que marca el punto de inflexión de la guerra, ahora en favor de los intereses de los aliados, es decir, de españoles, británicos y portugueses.

La repercusión de la guerra en Valverde fue más o menos la observada en los pueblos de su entorno, como Reina y Guadalcanal, en cuyas revistas de feria y fiestas de este verano publico sendos artículos sobre dicho evento. En este caso, parece oportuno centrarnos en la retirada del ejército francés de la zona sur de Extremadura una vez derrotado, hecho que tuvo lugar durante la primavera y verano de 1812, cuando, por otra parte, ya se vislumbraba la retirada y derrota generalizada de los invasores.

II.- OCUPACIÓN FRANCESA DE LA CAMPIÑA SUR BADAJOCENSE
Durante la primavera de 1809 fue la primera vez que aparecieron los franceses por nuestra zona, dejando soldados nacionales muertos por doquier, y vacíos de ganados y alimentos sus campos y despensas. La cuestión de los saqueos resulta obvia; sobre los muertos, los libros de difuntos de los pueblos del entorno así lo confirman (10 enterrados en Fuente de Cantos, 3 en Llerena, 28 en Guadalcanal…). Y se personaron tras la batalla de Medellín, donde las tropas enemigas comandadas por el general Víctor derrotaron con facilidad al inexperto ejército de Extremadura que dirigía el general Gregorio de la Cuesta. Afortunadamente, por circunstancias estratégicas y después de avituallarse en demasía a costa de nuestros antepasados, los franceses se replegaron a posiciones norteñas, más acorde con sus tácticas.

Ninguna noticia bélica por esta zona a lo largo de 1809, pues la contienda se localizaba especialmente en el centro y norte peninsular, así como en Portugal. Por ello, en los archivos municipales de nuestros pueblos sólo se recogen crónicas relacionadas con alistamientos, formación de partidas patrióticas, recaudación de impuestos y recolecta de avituallamiento para mantener los ejércitos nacionales.

Ya a principios de 1810, el pesimismo se apoderó de nuestros antepasados, una vez que los ejércitos franceses pusieron su mirada en Extremadura y Andalucía, contando todas sus actuaciones por victorias. En efecto, los gabachos avanzaron desde Portugal decididamente sobre Extremadura bajo el mando del mariscal Massena, apoderándose de Olivenza ya el 22 de Enero e iniciando el cerco de Badajoz el 26 de dicho mes. Casi al mismo tiempo, el 20 de Enero, bajo el mando del mariscal Soult, penetraron por Despeñaperros, ocupando toda Andalucía prácticamente en sólo un mes. En lo que más nos podía afectar, el primero de Febrero de 1810 se apoderaron de Sevilla, poniendo inmediatamente Soult sus ojos sobre Cádiz (ciudad a donde tuvo que trasladarse la Junta Central suprema del Reino), cercándola el 6 de Febrero, y sobre la plaza fortificada de Badajoz, enclave ya sitiado por Massena y que resistía heroicamente al acoso francés. Por ello, es a partir de esta fecha cuando empieza a actuar por nuestra zona el 5º Cuerpo del Ejército francés o del Mediodía, cuyas tropas pasaban repetidas veces por nuestras proximidades para reforzar el cerco de Badajoz, ciudad que superó el asedio, defendiéndose del acoso durante más de un año.

A primero de Mayo de 1810 los franceses entraron y se acantonaron en los pueblos de nuestro entorno, estableciéndose casi sin interrupción hasta el verano de 1812. Después de hacer efectiva su presencia y de saquear lo que pudieron, nombraron las correspondientes autoridades políticas y administrativas –tanto locales, como otras de rango mayor centralizadas en Zafra-, estableciendo el régimen administrativo, político e impositivo que estimaron oportuno.

La circunstancia anterior no impidió que los ejércitos españoles incordiaran a los ocupantes y dificultaran continuamente el tránsito de la columna francesa en su discurrir entre Sevilla y Badajoz. Este acoso cuajó puntualmente en determinadas escaramuzas por parte de los españoles, que generalmente rechazaban el enfrentamiento cuerpo a cuerpo y en campo abierto, según los cánones de la época. No obstante, en Agosto de 1810 el marqués de la Romana, general en jefe del denominado ejército de la izquierda, preparaba la reconquista de la plaza emblemática de Sevilla. En este intento, previamente se vio forzado a superar a un contingente francés formado por unos 10.000 efectivos localizados en torno a Llerena, librándose en sus proximidades la gran batalla de Cantalgallo (11/08/1810), con resultado desfavorable para los intereses españoles
[1].

Durante el primer semestre de 1811 la provincia de Badajoz fue escenario de múltiples enfrentamientos, con resultado dispar. La heroica rendición de la plaza fortificada de Badajoz el día 11 de Marzo, tras más de un año de asedio casi ininterrumpido, representa una referencia importante de la guerra, tanto en Extremadura como en España. Pese a este logro y victoria favorable a los franceses, cuando el general Latour-Maubourg se retiraba hacia Sevilla
[2], una vez consolidada la plaza de Badajoz y de dejarla debidamente defendida, su retaguardia fue perseguida y acosada por la caballería de vanguardia del 5º ejército aliado, comandada por el bizarro conde de Penne-Villemur[3], que sucesivamente castigó a los franceses persiguiéndoles y atacándoles en Villafranca, Zafra, Los Santos, Usagre, Llerena, Casas de Reina y Reina[4], limpiando la zona de franceses y dejando el 20 de Abril al enemigo en Guadalcanal.

Poco después, y de esto ya no tenemos noticias directas –porque, es preciso resaltarlo, los acontecimientos bélicos no rodaron precisamente a favor de la causa española-, los franceses consiguieron reconquistar nuevamente la zona sur y central de la actual provincia de Badajoz, librando a mediados de Mayo la famosa batalla de la Albuera, tras la cual, aunque parece ser que terminó en empate, los franceses siguieron controlando las principales plazas de nuestra provincia.

En efecto, ya en la segunda mitad de 1811 quedó consolidada la posición francesa en la práctica totalidad del territorio extremeño. Buena prueba de ello la encontramos en las distintas disposiciones legislativas francesas sobre la administración civil y militar de la provincia de Extremadura, especialmente sobre el gobierno local, como aquella que regulaba el nombramiento de los miembros del Ayuntamiento, ahora asociados en la llamada Junta Municipal o municipalidad. Además, ya con la seguridad de controlar la práctica totalidad de Extremadura y del resto de la Península, hicieron jurar al vecindario su fidelidad a José I. Así ocurrió en Guadalcanal tras recibir una carta-orden del comisario regio en la provincia de Extremadura, D. Francisco de Therán, por aquellas fechas residente en Zafra, ciudad que, estando Badajoz en una situación estratégica complicada, se había convertido en la capital administrativa de los invasores en el Sur de Extremadura. En dicha carta-orden se dictaminaba que los miembros del Ayuntamiento debían convocar a todos los vecinos en la Plaza Pública para que, juntos y congregados, presentaran juramento al Rey, José Bonaparte, siguiendo el siguiente ritual: “juramos fidelidad y obediencia al Rey, a la constitución (de Bayona) y a las leyes”. Igualmente, se emplazaba a los funcionarios públicos y a los curas párrocos, beneficiados y demás componentes del cabildo eclesiástico para, a título personal, exigirles el mencionado juramento, en este caso firmado de puño y letra. Naturalmente, dichas órdenes fueron cumplidas, suponemos, con indiferencia y rabia
[5].

III.- RETIRADA DE LOS FRANCESES DE EXTREMADURA: LA ACCIÓN DE AHILLONES (11/07/1812).
Pero en 1812 la confrontación empezó a cambiar de signo. Así, el 6 Abril la plaza de Badajoz fue liberada por las tropas inglesas, portuguesas y españolas; igualmente, el 28 de Agosto los franceses se vieron forzados a abandonar Sevilla. Ambos hechos y fechas representan un punto de inflexión en el desarrollo de la guerra en Extremadura, Andalucía y España, punto de inflexión que encuentra explicación en dos circunstancias favorables para los intereses españoles: la retirada de parte de los efectivos franceses localizados en la Península al centro de Europa y Rusia, y la decidida intervención del ejército anglo-portugués, una vez que lograron expulsar a los franceses de Portugal.

La reconquista de Badajoz, la ciudad, junto a Cádiz, más asediada de toda la contienda, fue muy costosa para ambos ejércitos. Pero además resultó polémica y conflictiva, a cuenta de los excesos de la tropa de nuestros aliados, los ingleses, que saquearon la ciudad y maltrataron al vecindario, circunstancias de las que se derivaron ciertos desencuentros entre los generales ingleses y españoles, así como multitud de quejas por parte del paisanaje.

Llegados a este punto, es preciso indicar que, en 1812, el mando de todos los ejércitos aliados (españoles, británicos y portugueses) estaba en manos del general lord Wellington. Igualmente, era el general Hill quien ostentaba el mando del 5º ejército aliado, precisamente el que liberó Badajoz y actuaba preferentemente por Extremadura. En definitiva, eran los ingleses quienes controlaban los asuntos de la guerra y quienes decidieron, tras la reconquista de Badajoz, continuar la campaña de acoso a los franceses fuera de Extremadura. Concretamente, Wellington desplazó su tropa hacia Salamanca, seguramente preparando la batalla de los Arapiles, mientras que Hill, siguiendo instrucciones de Wellington, se trasladó hacia el Alentejo y el Algarbe.

Las decisiones anteriores molestaron a los generales españoles, quienes defendían que se debió aprovechar la derrota francesa en Badajoz para expulsarlos totalmente de Extremadura. Buena prueba de ello es la carta que el general Moscoso remitió al ministro interino de la guerra a finales de Junio:

La retirada de los ingleses del País de Barros en Extremadura, por la aproximación de los enemigos en número de 10.000 infantes, 2.400 caballos y 12 piezas de artillería, según se confirma, da más pronta y clara idea de la poca esperanza que debe quedar a esta provincia de asegurar su recolección, la que los enemigos se apresuran a recoger y transporta, haciendo trabajar 22 horas en la siega…

Sigue Moscoso indicando que, mientras acontecía lo descrito, el general Hill no se decidía a atacar al enemigo, pese a disponer de una tropa muy superior a la de los franceses en Extremadura
[6].

Desconocemos el eco de la carta anterior, pero lo cierto es que a primeros de Julio el general Hill reanudó la contienda en Extremadura, arrinconando en pocos días a los franceses en la zona de la Serena, que definitivamente abandonaría por Azuaga y Fuenteobejuna a finales de Agosto. Y fue éste el momento en el que nuevamente los vecinos de esta comarca de la Campiña Sur badajocense fueron testigos directos de la contienda bélica, en esta ocasión viendo cómo el enemigo, derrotado y humillado, abandonaba Extremadura.

Gómez Villafranca
[7] nos proporciona determinados documentos a través de los cuales observamos cómo nuevamente el conde Penne-Villemur, al frente de la caballería de la vanguardia del 5º ejército aliado que comandaba el general Hill, avanzaba otra vez sin apenas resistencia por la Ruta de la Plata y sus proximidades, barriendo literalmente de enemigos la zona. Así, el día 2 de Julio liberaron Santa Marta, el 3 Almendralejo y Azeuchal, el 4 Los Santos, el 5 Bienvenida y Usagre, y el 7 descansaron en Bienvenida. Tras esta pausa, entre los días 8 y 9 liberaron a Villagarcía, Llerena, Guadalcanal y Valverde de Llerena, villa, esta última, donde establecieron el Cuartel General, quedando la mayor parte de la tropa aliada desplegada entre Villagarcía, Llerena y Guadalcanal, a la espera de valorar las fuerzas enemigas situadas en Ahillones, Berlanga, Maguilla, Granja y Azuaga, puntos por donde sospechaban que los franceses desalojarían la Serena, camino de Fuenteobejuna y Córdoba.

La valoración y reconocimiento del enemigo no se hizo esperar, pues ya al día siguiente por la tarde, otra vez la caballería del conde Penne se vio involucrada en una “acción” de importancia, conocida como la de Ahillones, que no concluyó hasta el día siguiente. El propio conde, que nunca perdió la primera línea, relató los acontecimientos, firmando el pertinente informe el día 12 por la noche
[8]:

El día 10 por la tarde se convino un movimiento general sobre la villa de Ayllones y Berlanga, en donde se hallaba el enemigo, a fin de alejarlo de la posición que ocupaba el ejército aliado en Llerena, Villagarcía y Guadalcanal (…) Su Excelencia el general en jefe (Hill), mandó el 10 por la tarde que las tropas que se hallaban en Villagarcía hiciese un movimiento sobre Maguilla y atacase a la caballería enemiga que allí se hallaba, uniéndose enseguida al grueso del ejército que marchaba directamente sobre Ahillones, en el orden siguiente: La vanguardia compuesta por toda la caballería a mis órdenes; en 2ª la brigada de dragones pesados ingleses a las órdenes del mayor general Maddel; después la caballería portuguesa a las órdenes del Sr. Coronel Cambell, que hace el servicio de brigadier; detrás la infantería y caballería…
A media legua de Ahillones mis tiradores se encontraron con una gran guardia enemiga, la atacaron y empezó un fuego bastante vivo. Di orden al coronel Juan Soto, comandante de los tiradores, que se adentraran la reserva de estos, apoyándola con los que se batían y extendieran su línea cuanto pudiesen (…) Verificadas mis órdenes, hice un reconocimiento de todo el terreno (…) y viendo que por la derecha e izquierda podían ser atacada la caballería enemiga (…) avisé de cuanto había observado (…) y le propuse marchar al enemigo por la izquierda mientras yo lo hacía por la derecha, lo que puesto en ejecución sin pérdida de tiempo hizo que el enemigo se replegase a una altura del otro lado del pueblo sin aguardar la carga que se le ofreció. Entramos en Ahillones y era preciso continuar.
Reconocí de nuevo el terreno y dispuse que el capitán don Ramón Fornier con una compañía cargase el flanco izquierdo del enemigo, mientras que el sargento mayor don Francisco Coello lo hacía con sus tiradores y un escuadrón más por el frente, poniéndose en paralelo con la tropa de don Ramón Fornier. Mientras, yo seguía con el resto de mi caballería sosteniendo estos ataques, lo que obligó al enemigo a abandonar la posición y retirarse a la villa de Berlanga, en donde volvió a situarse sobre el camino de Azuaga.
Sus fuerzas en esta ocasión eran ya de 1.700 a 2.000. El grueso de nuestra tropa siguió e mismo orden de marcha que tengo ya indicado. El enemigo colocó a la bajada de la nueva posición que había tomado, y a la derecha de su línea de batalla, un cañón a fin de hacer un fuego de flanco sobre las columnas que defilasen por su frente, colocando en orden de batalla cuatro piezas de artillería (…)
Enseguida propuse al Excmo. Sr. General en jefe dirigirme por la derecha a atacar al enemigo y tomarle la retirada hacia Azuaga e impedir tomar el de Azuaga a Valverde (donde estaba ubicado el Cuartel General) y cuidando mucho no presentarle más que la cabeza de mi columna. Yo me adelanté con mi ayudante a reconocer y sufrí algún fuego de cañón…

Sigue el conde relatando las circunstancias de la acción, comunicando finalmente que el enemigo se retiraba hacia Azuaga. Por supuesto, como era costumbre en él, dejó en buen lugar a la oficialidad y a la tropa.

Con respecto a lo ocurrido entre el 12 de julio -día en el que el conde firma el informe anterior- y finales de Agosto -fecha en la que definitivamente los franceses abandonan nuestra zona y Extremadura- no tenemos referencias documentales sobre cómo discurrieron los acontecimientos bélicos. Al parecer, los franceses acantonados en Azuaga se recompusieron con la ayuda de otros efectivos procedentes de la Serena, ocupando nuevamente Llerena y Guadalcanal. En cualquier caso, tenemos la constancia de que abandonaron Extremadura a finales de Agosto, saliendo por Azuaga hacia Fuenteobejuna y Córdoba.

Para concluir, indicar que la Guerra de la Independencia no terminó hasta finales de 1813, tras el acuerdo de Valençay (4/12/1813). En 1814 por fin se incorporó Fernando VII, el elogiado y deseado durante todo el tiempo de la Guerra, pero que defraudó estrepitosamente, anulando la Constitución de Cádiz y todas las leyes y decretos emanadas a su amparo, retornando nuevamente a prácticas políticas y sociales cavernarias y propias de las fases más retrógradas del Antiguo Régimen y obviando las innovaciones ilustradas, el ejemplo de la revolución francesa y el sacrificio del pueblo español para recuperarle la corona que indignamente llevó hasta su muerte.


[1] MALDONADO FERNÁNDEZ, M. “La batalla de Cantalgallo”, en Revista de Fiestas Patronales, Trasierra, Junio de 2008
[2] Volvía hacia Sevilla con 3.000 soldados, 500 de caballería y 3 piezas de artillería, según datos del general en jefe del 5º ejército aliado, el general Castaño.
[3] El conde, como se deduce de su propio nombre, era francés de nacimiento, pero enemigo acérrimo de Napoleón y su política imperialista, circunstancia por la que decidió unirse a la causa española contra sus propios compatriotas. Y asumió sus demostradas competencias militares con decisión y heroicismo, dejando numerosas muestras de ello. Precisamente por estas circunstancias, las Cortes de Cádiz, mediante el Decreto LXXXI de 4 de Agosto de 1811, así se lo reconoció, concediéndole “la gracia de naturaleza en los Reynos de España”.
[4] MALDONADO FERNÁNDEZ, M. “La Guerra de la Independencia en Reina y su entorno: La acción de Reina y Casas de Reina (28/04/1811)”, en Revista en honor de Ntra. Sra. de las Nieves, Reina, 2008.
[5] AMG, legs. 126, 648, 1.251 y 1.382.
[6] AHN, Diversos-Colecciones, 129, N. 8.
[7] GÓMEZ VILLAFRANCA, R. Extremadura en la Guerra de la Independencia española: memoria histórica y colección diplomática, 2 ª parte, apéndice documental, pp. 422 y stes., Badajoz, 1908
[8] AHN, Diversos-Colecciones, 139, N. 61. Acción de Ahillones dada por la división de Vanguardia del 5º ejército, al mando del general conde de Penne-Villemur.

martes, 27 de mayo de 2008

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN REINA Y SU ENTORNO: LA “ACCION” EN REINA Y CASAS DE REINA (28/04/1811)


I.- INTRODUCCIÓN
En 1807 España y Francia firmaron el Tratado de Fontainebleau, acordando la entrada de los ejércitos franceses en territorio español con miras a invadir Portugal y repartírselo. Naturalmente, esta circunstancia, aparte la resistencia de los naturales de la nación lusa, forzó la intervención de los británicos, sus históricos aliados, que de ninguna manera estaban dispuestos a que se alterase el equilibrio de fuerzas en el continente.

Ya con el poderoso ejército francés ocupando Portugal -como consecuencia del tratado anterior- y desplegado estratégicamente por distintas zonas del territorio español, tuvo lugar el Motín de Aranjuez (17 y 18 de Marzo de 1808), insurrección palaciega y popular que perseguía imponer como nuevo rey al príncipe de Asturias y que concluyó con la caída de Godoy y la forzada abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando, desde ese momento Fernando VII. No obstante, días después Carlos IV manifestaba haber abdicado presionado por su heredero y partidarios, reclamando ante Napoleón nuevamente la Corona, llegando a un punto el conflicto en el que padre e hijo estaban dispuestos a seguir el dictado del emperador francés con tal de que éste les confirmara como titular de la monarquía hispánica. Por ello, Napoleón, con premeditada astucia, les hizo ir a territorio francés (Bayona) donde, humillándoles, el 6 de Mayo de 1808 les obligó a abdicar en beneficio de José Bonaparte, tomando además la determinación de elaborar e imponer una constitución para España, la de Bayona.

Es seguro que a finales de marzo de 1808 ya conocieron nuestros antepasados la caída de Godoy y la abdicación de Carlos IV en favor de su hijo don Fernando, noticias que llegaron a los 44 pueblos del partido histórico de Llerena por “vereda oficial”, es decir, por correo desde esta última ciudad. También es seguro, porque esas fueron las órdenes dadas desde Llerena por el gobernador interino, que ambas circunstancias –la caída de Godoy y la abdicación de Carlos IV- debían celebrarse con repiques de campanas, canto del Tedeum y misa de acción de gracia.

Pocos días después, el 2 de Mayo el pueblo madrileño se amotinó y levantó en armas contra los franceses, sospechando que los planes de Napoleón eran de apoderarse también de España e imponer una nueva dinastía, la de los Bonaparte. Estos trágicos sucesos se difundieron en forma de alzamiento popular por una buena parte del territorio español, gracias a la decisión de los alcaldes de Móstoles, quienes, a título particular, le declararon la guerra a los franceses y animaron a hacer lo propio al resto de las villas y ciudades españolas. La iniciativa y disposición de dichos alcaldes fue conocida por la práctica totalidad de los vecinos de los pueblos de nuestro entorno, pues el gobernador interino de Llerena, don Fernando Camborda, se las hizo saber el día 6 de Mayo. Igualmente, pocos días después dicho gobernador comunicó a las autoridades locales de los pueblos del partido los humillantes sucesos de Bayona, que definitivamente desenmascaraban los ambiciosos planes de Napoleón.

Como respuesta a tales acontecimientos, los patriotas locales levantaron al vecindario en armas, ofertando hombres y pertrechos para el ejército, según se ha podido detectar en los escasos documentos que sobre esta época se custodian en los archivos municipales de la comarca
[1]. De esta manera, especialmente tras la constitución de las denominadas juntas supremas provinciales, por fin a finales de Mayo se declaró la guerra a los franceses[2].

En efecto, la Guerra de la Independencia, más bien de Liberación, fue inicialmente un movimiento patriótico y popular, en contra de la opinión de la jerarquía que oficialmente representaba a la Corona secuestrada en Bayona y que, por tanto, controlaba y dirigía al inoperante y escaso ejército nacional. Concluyó en 1814, con la derrota y retirada de los franceses. Sin embargo, para la total liberación del territorio nacional fue necesario la colaboración del ejército anglo-portugués, de inestimable ayuda, y de fomentar la imprescindible táctica y acción de patriotas guerrilleros; es decir, la guerra se ganó gracias a la imprescindible colaboración y concurrencia de esfuerzos por parte del pueblo español, su ejército, la ayuda del ejército anglo-portugués y la sorprendente y eficaz acción de la guerrilla.

Durante su desarrollo asistimos a diversas etapas: una primera, de relativo éxito español tras la victoria en Bailen el 19 de Julio, que obligó a los invasores a replegarse entre el Ebro y los Pirineos, donde se reorganizaron y reforzaron. Después, tras la victoria de Napoleón en las proximidades de Burgos (Gamonal-Noviembre de 1808), asistimos a un paseo triunfal de los invasores, que no declinó hasta la primavera de 1812, fecha que marca el punto de inflexión de la guerra, ahora en favor de los intereses de los aliados, es decir, de españoles y sus nuevos aliados, los británicos y portugueses.

Naturalmente, estas distintas etapas tuvieron repercusión en nuestra comarca. En un principio, destacamos la iniciativa popular al celebrar la caída de Godoy, la llegada al trono de Fernando VII “el deseado”, la constitución de la Junta Patriótica Local
[3], el alistamiento de soldados que le correspondía en función del vecindario, su avituallamiento y la formación de la milicia urbana. Más adelante cundió el desánimo, cuando a primeros de 1810 ya se vislumbraba la proximidad de los franceses, especialmente tras la rendición de Sevilla el primero de Febrero de dicho año, ciudad desde donde a principios de Mayo los gabachos se personaron en la zona central y meridional de la actual provincia de Badajoz, controlando desde entonces más o menos directamente sus distintos pueblos y producciones, y permaneciendo aquí casi sin interrupción hasta el verano de 1812[4]. Desde entonces y hasta el final de la guerra, pese al esfuerzo impositivo que suponía su mantenimiento, las cosas discurrieron con optimismo y siempre con la esperanza e ilusión de terminarla para romper las amarras del Antiguo Régimen y establecer un régimen social más justo y democrático, tal como se recogía en la Constitución de Cádiz.


II.- EL DESARROLLO DE LA GUERRA.
El 31 de Mayo de 1808 se constituyó en Badajoz la Junta Suprema de Extremadura, como así mismo ocurrió en la mayor parte de las provincias españolas aún no ocupada por los franceses. Al día siguiente se constituyó en Llerena su Junta Patriótica, subordinada a la Suprema de Extremadura y con competencia en todos los pueblos de su partido
[5]. Dicha Junta Suprema, como sus homologas en las distintas provincias de la Nación, actuaba inicialmente de forma autónoma y soberana en su ámbito de competencia, una vez desacreditada la administración política oficial ante la gravedad de la situación y la indecisión generalizada de sus máximos representantes.

Mientras que las distintas juntas supremas provinciales intentaban organizar la resistencia contra las pretensiones francesas, José Bonaparte avanzaba desde los Pirineos hacia Madrid, sede oficial de la corte, neutralizando en su camino con facilidad los escasos obstáculos que le ofrecía el improvisado y descoordinado ejército español. Ya instalado el rey francés en Madrid, los invasores se desplegaron por las zonas del territorio peninsular que más se acomodaba a sus intereses y estrategias, con tan excesiva suficiencia, confianza y autocomplacencia que provocó su estrepitosa derrota en Bailén, el 19 de Julio de 1808. Tras este fracaso, la totalidad de la gran armada francesa se retiró entre el Ebro y los Pirineos, esperando nuevas órdenes y estrategias.

Volviendo a los asuntos más próximos, la autonomía y soberanía de la Junta Suprema de Extremadura, como la de sus homólogas en el resto de las provincias españolas, perduró hasta finales de Septiembre de 1808, una vez constituida la Junta Central Suprema Gubernativa del Reino, que desde el primer momento, representando a Fernando VII, se hizo cargo de los asuntos de la Guerra y otros de carácter nacional. La primera actuación de envergadura de la Central del Reino fue coordinar los distintos ejércitos nacionales, entre ellos el de Extremadura, para presionar a los franceses en el valle del Ebro. Pero allí, los aproximadamente 60.000 efectivos españoles se encontraron en el otoño con un ejército de más de 250.000 soldados de todas las armas y veteranos triunfadores en toda Europa, perfectamente adiestrados y pertrechados bajo la personal dirección de Napoleón. Naturalmente, la derrota de los españoles fue inevitable, avanzando Napoleón a Madrid con facilidad, donde ya se presentó a primeros de Diciembre. Pocos días antes, dado el cariz de los acontecimientos, la Junta Central Suprema del Reino se vio forzada a desplazarse desde Aranjuez a Badajoz y después a Sevilla.

En lo que más nos atañe, el ejército de Extremadura prácticamente desapareció entre muertos, heridos, despistados y desertores. Por ello, tras recuperar, no sin esfuerzo, los efectivos que sobrevivieron y determinar nuevos alistamientos con el consiguiente pago de avituallamientos y bagajes por parte de los extremeños, a finales de Enero de 1809 se consiguió nuevamente reorganizarlo, encomendándole la misión de dificultar la entrada de los franceses en Extremadura y cortar su conexión con Portugal. Para ello, el grueso de la tropa extremeña se instaló en el Puerto de Miravete, en el puente de Almaraz y en Medellín. Por desgracia, estas posiciones fueron perdiéndolas rápida y sucesivamente tras sendas derrotas puntuales en Marzo de dicho año, persiguiendo a los supervivientes y masacrándoles en una rápida incursión del enemigo hasta alcanzar Andalucía, donde se había refugiado lo que quedaba del ejército comandado por el general Gregorio de la Cuesta. Se suponía que la intención del ejército francés, comandado por el general Víctor, era la de avanzar hasta Sevilla, ciudad donde se refugiaba la Junta Central Suprema del Reino, la máxima representación de la nación y rectora de sus designios. Sin embargo, por circunstancias estratégicas, después de avituallarse en demasía a costa del vecindario de la zona invadida, los franceses se replegaron momentáneamente a posiciones norteñas, más acorde con sus estrategias.

Es decir, durante la primavera de 1809 fue la primera vez que aparecieron los franceses por la Sierra y Campiña Sur badajocense, dejando soldados nacionales muertos por doquier y vacíos de ganados y alimentos sus campos y despensas. La cuestión de los saqueos resulta obvia; sobre los muertos, los libros de difuntos de los pueblos del entorno así lo confirman (10 enterrados en Fuente de Cantos, 3 en Llerena, 28 en Guadalcanal…).

Ninguna noticia bélica nueva por nuestra zona a lo largo de 1809, pues la contienda se localizaba especialmente en el centro y norte peninsular, así como en Portugal. Por ello, en los archivos municipales de nuestros pueblos sólo se recogen noticias relacionadas con alistamientos, formación de partidas patrióticas, recaudación de impuestos y recolecta de avituallamiento para mantener los ejércitos nacionales.

Ya a principios de 1810, el pesimismo se apoderó de nuestros antepasados, una vez que los ejércitos franceses pusieron su mirada en Extremadura y Andalucía, contando todas sus actuaciones por victorias. En efecto, los gabachos avanzaron desde Portugal decididamente sobre Extremadura bajo el mando del mariscal Massena, apoderándose de Olivenza ya el 22 de Enero e iniciando el cerco de Badajoz el 26 de dicho mes. Casi al mismo tiempo, el 20 de Enero, bajo el mando del mariscal Soult, penetraron por Despeñaperros, ocupando toda Andalucía prácticamente en sólo un mes. Concretamente y en lo que más nos podía afectar, el primero de Febrero de 1810 se apoderaron de Sevilla, no conformándose Soult con esta ocupación, sino que inmediatamente puso sus ojos sobre Cádiz (ciudad a donde definitivamente tuvo que trasladarse la Junta Central suprema del Reino, que la cercó el 6 de Febrero) y sobre la plaza fortificada de Badajoz, enclave ya sitiado por Massena y que resistía heroicamente al acoso francés. Por ello, es a partir de esta fecha cuando empieza a actuar por nuestra zona el 5º Cuerpo del Ejército francés o del Mediodía, cuyas tropas pasaban repetidas veces por nuestras proximidades para reforzar el cerco de Badajoz, ciudad que superó el asedio, defendiéndose heroicamente del acoso durante más de un año. No obstante, pese a la firmeza de la plaza de Badajoz, desde estas fechas la práctica totalidad del territorio de su actual provincia quedó en manos francesas, continuando con fluidez el tránsito de militares invasores entre Sevilla y Badajoz, con la consiguiente demanda de alojamiento y víveres.

A primero de Mayo de 1810 los franceses entraron y se acantonaron en los pueblos de nuestro entorno, estableciéndose casi sin ininterrupción hasta el verano de 1812. Después de hacer efectiva su presencia y de saquear lo que pudieron, nombraron las correspondientes autoridades políticas y administrativas –tanto locales, como otras de rango mayor centralizadas en Zafra-, estableciendo el régimen administrativo, político e impositivo que estimaron oportuno.

La circunstancias anterior no impidió que los ejércitos españoles dificultaran continuamente el tránsito de la columna móvil francesa, en su discurrir entre Sevilla y Badajoz. Este acoso cuajó puntualmente en determinadas escaramuzas por parte de los españoles, que generalmente rechazaban el enfrentamiento en campo abierto. En este sentido, especialmente destacamos la batalla de Cantalgallo (11/08/1810), acción premeditada y estudiada por el general en jefe del ejército nacional denominado de la izquierda, el marqués de la Romana, que pretendía por aquellas fechas recuperar la plaza emblemática de Sevilla. En este intento, previamente se vio forzado a superar a un contingente francés formado por unos 10.000 efectivos agrupados en torno a Llerena, intento que, al menos, resultó infructuoso
[6], desistiendo de la Romana de sus pretensiones, entre otras circunstancia porque, pocos días después, a mediados de Septiembre volvió a sufrir otra derrota en las proximidades de Fuente de Cantos.

Durante el primer semestre de 1811 la provincia de Badajoz fue escenario de múltiples enfrentamientos, con resultado dispar. La heroica rendición de Badajoz el día 11 de marzo, tras más de un año de asedio casi ininterrumpido, representa una referencia importante de la guerra, tanto en Extremadura como en España. Pero poco después de este hecho, una vez consolidada la plaza de Badajoz y de dejarla debidamente defendida, el general Latour-Maubourg se retiró hacia Sevilla
[7], siendo su retaguardia perseguida y acosada por la caballería de vanguardia del 5º ejército aliado, comandada por el bizarro conde de Penne-Villemur[8], que sucesivamente castigó a los franceses persiguiéndoles y atacándoles en Villafranca, Zafra, Los Santos, Usagre, Llerena, Casas de Reina y Reina, limpiando la zona de franceses y dejando el 20 de Abril al enemigo en Guadalcanal.

Una semana después, desde Guadalcanal los franceses intentaron recuperar Llerena, no por el significado histórico y administrativo de la ciudad sino por que en ella, en su precipitada huída el día 18 del mes en curso, habían dejado gran cantidad de víveres y otros avituallamientos. Y fue este el momento en el que los antepasados de los usuales lectores de esta revista presenciaron un enfrentamiento bélico “ocupando el enemigo unas alturas a la vista de Casas de Reina, entre el camino real de Llerena y Reina a Guadalcanal”. En efecto, en esta posición pudo observar al enemigo el conde Penne-Villemur a las 11 de la mañana del 28 de Abril, una vez que salió desde Llerena a su encuentro, comandando la caballería de vanguardia que tan brillantemente había actuado en enfrentamientos anteriores. Para la descripción de esta “acción” en las proximidades de Reina y Casas de Reina, seguimos el relato del mismísimo general Castaño, héroe de Bailén y por entonces general en jefe del 5º ejército aliado, testimonio firmado en el cuartel genera de Santa Marta, el primero de Mayo de 1811, una vez que fue informado por el propio conde Penne-Villemur.

"El día 28 de Abril, a las 11 de la mañana se dirigió la caballería de Latour-Moubourg hacia Llerena, en dos columnas por el camino real de Guadalcanal y el de Reina. La fuerza del enemigo, según los partes que recibió el conde Penne se graduaba de 150 a 200 caballos, bajo cuyo concepto dispuso que el coronel del Borbón, don Juan Casquero, fuese con 100 caballos inmediatamente a sostener a los tiradores sobre el camino real, y cargar a los franceses si no se retiraban. Destacó también el escuadrón del Algarbe hacia Reina para contenerlos por aquella parte, y el conde, con el resto de la caballería, fue a tomar posición en el punto que debía guardar (…) Los enemigos eran en número de 600 caballos, formados en dos escalones sobre el camino real, en lugar de los 200 que se había dicho y hubo que advertir al coronel Casquero y al conde Penne para que no ignorasen la exorbitante superioridad del enemigo. Pero aquel bizarro jefe (Casquero) sólo oía las advertencias de su valor, respondiendo: se me ha mandado cargar, e hizo tocar a degüello en aquel momento. Nuestros valientes soldados del batallón de Borbón, y un destacamento del escuadrón de Panticoso con los tiradores al flanco izquierdo penetraron por las primeras tropas enemigas. Éstas, reforzadas por el segundo escalón enemigo recibieron la carga con el mismo valor que la primera. El animoso coronel de Borbón, herido de una cuchillada en el muslo, se defendió sable en mano, y la pistola en la otra, hasta que cayó del caballo y fue hecho prisionero de guerra; su tropa, obligada a retirase por el excesivo número de caballería que la cargaba, lo ejecutó de una en otra altura, teniendo que pasar algunas zanjas, en que sufrió una pequeña pérdida, pues cayeron tres caballos, entre ellos el del teniente de Dragones de Lusitania, don Antonio Pizarro, oficial de gran valor y de reputación bien acreditada, que después de hecho prisionero fue asesinado con otros siete u ocho soldados.
Mientras esto sucedía, el conde Penne acudió con su reserva formada en dos columnas, pero ocultando su verdadera fuerza, siempre muy inferior a la del enemigo; los tiradores marcharon de nuevo en cabeza, volviendo a tomar su primera posición, y el enemigo se retiraba inmediatamente por escalones en diversas columnas (hacia Guadalcanal).
Nuestra pérdida fue de nueve muertos, incluso el teniente don Antonio Pizarro; ocho heridos con el coronel de Borbón (Casquero) (…) Por varios partes, se ha sabido que fue considerable la pérdida del enemigo en oficiales y soldados; varios caballos han llegado sin jinete a Guadalcanal, y muchos heridos.
No es posible elogiar ni recomendar bastante la resolución y valor con que se batió la oficialidad y tropa en esta acción, peleando con una desigualdad tan considerable. Era preciso sostener a toda costa el punto de Llerena del que depende también las pocas subsistencias del País; y el heroico denuedo con que se ha conservado, es tan digno de consideración, que no da lugar al elogio
[9]".

Sigue Castaño elogiando individualmente a los oficiales y soldados destacados en esta “acción”, resaltando, entre los muchos ejemplos que cita, al capitán don Juan Alonso, quien, a sus 64 años de edad y después de 42 de servicio en el ejército, “manifestó no habérsele enfriado aún el espíritu en la vejez, saliendo herido de una estocada en el costado”. Especial mención hizo sobre el teniente Pizarro, el higuereño herido y asesinado en los primeros momentos de esta acción, según se relató anteriormente. Pues bien, la muerte del teniente fue observada directamente por el conde Penne-Villemur, que igualmente vio cómo dos soldados del escuadrón de voluntarios de Sevilla “a pistoletazos y cuchilladas libertaron dos heridos, echando pie a tierra y trayéndose el caballo del teniente Pizarro”[10].

Poco después, y de esto ya no tenemos noticias directas –porque, es preciso resaltarlo, los acontecimientos bélicos no rodaron a favor de la causa española-, los franceses consiguieron reconquistar nuevamente esta zona sur y central de la actual provincia de Badajoz, librando a mediados de Mayo la famosa batalla de la Albuera, tras la cual los franceses se apoderaron de las principales plazas de la actual provincia de Badajoz, especialmente una vez que lord Wellington -al parecer por evitar otra gran batalla en la que esperaba encontrarse en inferioridad- retiró su ejército de Extremadura
[11].

En efecto, ya en la segunda mitad de 1811, quedó consolidada la posición francesa en la práctica totalidad del territorio extremeño
[12]. Buena prueba de ello la encontramos en las distintas disposiciones legislativas francesas sobre la administración civil y militar de la provincia de Extremadura, especialmente sobre el gobierno local, como aquella que regulaba el nombramiento de los miembros del Ayuntamiento, ahora asociados en la llamada Junta Municipal o municipalidad. Además, ya con la seguridad de controlar la práctica totalidad de Extremadura y del resto de la Península, hicieron jurar al vecindario su fidelidad a José I. Así ocurrió en Guadalcanal tras recibir una carta-orden del comisario regio en la provincia de Extremadura, D. Francisco de Therán, por aquellas fechas residente en Zafra, ciudad que, estando Badajoz en una situación estratégica complicada, se había convertido en la capital administrativa de los invasores en el Sur de Extremadura. En dicha carta-orden se ordenaba a los miembros del Ayuntamiento que convocaran a todos los vecinos en la Plaza Pública para que, juntos y congregados, presentaran juramento al Rey, José Bonaparte, siguiendo el siguiente ritual: “juramos fidelidad y obediencia al Rey, a la constitución (de Bayona) y a las leyes”. Igualmente convocaban a los funcionarios públicos y a los curas párrocos, beneficiados y demás componentes del cabildo eclesiástico para, a título personal, exigirles el mencionado juramento, en este caso firmado de puño y letra. Naturalmente, dichas órdenes fueron cumplidas, suponemos, con indiferencia y rabia[13].

Pero ya en 1812 la confrontación empezó a cambiar de signo. Así, el 6 Abril Badajoz fue liberado por las tropas inglesas, portuguesas y españolas; igualmente, el 28 de Agosto los franceses se vieron forzados a abandonar Sevilla. Ambos hechos y fechas representan un punto de inflexión en el desarrollo de la guerra en Extremadura, Andalucía y España, punto de inflexión que encuentra explicación en dos circunstancias favorables para los intereses españoles: la retirada de partes de los efectivos franceses localizados en la Península al centro de Europa y Rusia, y la decidida intervención del ejército anglo-portugués, una vez que lograron expulsar a los franceses de Portugal.

Tras la pérdida de lo que quedaba del baluarte defensivo de Badajoz, gracia a la importantísima actuación de la caballería de vanguardia dirigida por conde Penne-Villemur, los franceses abandonaron paulatinamente esta provincia; unos efectivos buscaron la salida por la Mancha y otros, los que ocupaban nuestra zona, por Guadalcanal hacia Sevilla o por Fuenteobejuna buscando Córdoba
[14].

De 1813 sólo queda en algunos de los archivo locales de nuestra zona ciertos retazos de las Actas Capitulares, que nada aportan sobre el estudio que se sigue, salvo las incesantes peticiones de impuestos y avituallamientos para los soldados que defendían la causa nacional. Por lo demás, los franceses, ahora a la defensiva, se replegaron hacia los Pirineos, en cuyas proximidades soportaron las derrotas definitivas d Vitoria y San Marcial, llegando los aliados a superar la frontera natural de los Pirineos.

Por lo tanto, la Guerra de la Independencia, más bien de Liberación, concluyó a finales de 1813, tras el acuerdo de Valençay (4/12/1813). En 1814 por fin se incorporó Fernando VII, el elogiado y deseado durante todo el tiempo de la Guerra, pero que defraudó estrepitosamente, anulando la Constitución de Cádiz y todas las leyes y decretos emanadas a su amparo, retornando nuevamente a prácticas políticas y sociales cavernarias y propias de las fases más retrógradas del Antiguo Régimen, obviando las innovaciones ilustradas, el ejemplo de la revolución francesa y el sacrificio del pueblo español para recuperarle la corona que indignamente llevó hasta su muerte.

[1] A. M. de Guadalcanal, legs. 126, 648, 1.251 y 1.382.
[2] MALDONADO FERNÁNDEZ, M. “Llerena en 1808”, en Revista de Feria y Fiestas, Llerena, 2008.
[3] MALDONADO FERNÁNDEZ, M. “La Guerra de la Independencia en Guadalcanal”, en Revista de Feria y Fiestas, Guadalcanal, 2008.
[4] Remito a la nota anterior.
[5] GÓMEZ VILLAFRANCA, R. Extremadura en la Guerra de la Independencia española: memoria histórica y colección diplomática, 2 ª parte, apéndice documental, pp. 83 y 84, Badajoz, 1908. Más datos en AHN, Estado, 2, A. Reconocimiento de la Junta Central por las autoridades de Llerena (6 de Octubre de 1808).
[6] MALDONADO FERNÁNDEZ, M. “La batalla de Cantalgallo”, en Revista de Fiestas Patronales, Trasierra, Junio de 2008.
[7] Volvía hacia Sevilla con 3.000 soldados, 500 de caballería y 3 piezas de artillería, según datos del general en jefe del 5º ejército aliado, el general Castaño.
[8] El conde, como se deduce de su propio nombre, era francés de nacimiento y enemigo acérrimo de Napoleón y su política imperialista, circunstancia por la que decidió unirse a la causa española contra sus propios compatriotas. Y asumió sus demostradas competencias militares con decisión y heroicismo, dejando numerosas muestras de ello. Precisamente por estas circunstancias, las Cortes de Cádiz, mediante el Decreto LXXXI de 4 de Agosto de 1811, así se lo reconoció, concediéndole “la gracia de naturaleza en los Reynos de España”.
[9] AHN, Diversos-Colecciones, 142, N. 21. Ataque del conde Penne-Villemur en Usagre, en el mes de Abril de 1811.
[10] Sobre la muerte del teniente Pizarro y el tortuoso destino de su caballo, pueden consultar un artículo que por estas mismas fechas publico en la Revista de Fiestas de la Higuera, centrándome especialmente en el aspecto humano de la guerra, y también en la picaresca propia de épocas de penuria.
[11] Así lo entendía el general Castaño en una carta fechada en Santa Olalla, el 13 de Julio de 1811, dirigida al jefe del estado mayor de los reales ejércitos. AHN, Diversos-Colecciones, 137, N. 68.
[12] En la carta y referencia de la nota anterior, el general Castaño refleja con mucha exactitud las circunstancias que rodeaban a los extremeños cuando, comentando la situación del ejército francés en Extremadura bajo el mando de Marmont, decía: éste (Marmont) permanece en Mérida con sus tropas acantonadas en los pueblos inmediatos, ocupándose en la cosecha que hacen por regimientos segando, trillando, moliendo y haciendo el pan por si mismos, no hallando en los heroicos habitantes de Extremadura quien quiera emplear sus manos en tales labores para servir al enemigo; y entre tanto, proveen la plaza de Badajoz abundantemente, reparando sus ruinas (tras su rendición en el mes de abril inmediato), aumentando sus defensas…
[13] Remito a la primera nota.
[14]
MALDONADO FERNÁNDEZ, M. “Retiradas de los franceses del sur de Extremadura: La acción de Ahillones y Berlanga “10 y 11 de Julio de 1812)”, en Revista de Feria y Fiestas, Valverde de Llerena, 2008.
.