El partido de llerena a finales del XVIII

El partido de llerena a finales del XVIII

martes, 27 de mayo de 2008

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN REINA Y SU ENTORNO: LA “ACCION” EN REINA Y CASAS DE REINA (28/04/1811)


I.- INTRODUCCIÓN
En 1807 España y Francia firmaron el Tratado de Fontainebleau, acordando la entrada de los ejércitos franceses en territorio español con miras a invadir Portugal y repartírselo. Naturalmente, esta circunstancia, aparte la resistencia de los naturales de la nación lusa, forzó la intervención de los británicos, sus históricos aliados, que de ninguna manera estaban dispuestos a que se alterase el equilibrio de fuerzas en el continente.

Ya con el poderoso ejército francés ocupando Portugal -como consecuencia del tratado anterior- y desplegado estratégicamente por distintas zonas del territorio español, tuvo lugar el Motín de Aranjuez (17 y 18 de Marzo de 1808), insurrección palaciega y popular que perseguía imponer como nuevo rey al príncipe de Asturias y que concluyó con la caída de Godoy y la forzada abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando, desde ese momento Fernando VII. No obstante, días después Carlos IV manifestaba haber abdicado presionado por su heredero y partidarios, reclamando ante Napoleón nuevamente la Corona, llegando a un punto el conflicto en el que padre e hijo estaban dispuestos a seguir el dictado del emperador francés con tal de que éste les confirmara como titular de la monarquía hispánica. Por ello, Napoleón, con premeditada astucia, les hizo ir a territorio francés (Bayona) donde, humillándoles, el 6 de Mayo de 1808 les obligó a abdicar en beneficio de José Bonaparte, tomando además la determinación de elaborar e imponer una constitución para España, la de Bayona.

Es seguro que a finales de marzo de 1808 ya conocieron nuestros antepasados la caída de Godoy y la abdicación de Carlos IV en favor de su hijo don Fernando, noticias que llegaron a los 44 pueblos del partido histórico de Llerena por “vereda oficial”, es decir, por correo desde esta última ciudad. También es seguro, porque esas fueron las órdenes dadas desde Llerena por el gobernador interino, que ambas circunstancias –la caída de Godoy y la abdicación de Carlos IV- debían celebrarse con repiques de campanas, canto del Tedeum y misa de acción de gracia.

Pocos días después, el 2 de Mayo el pueblo madrileño se amotinó y levantó en armas contra los franceses, sospechando que los planes de Napoleón eran de apoderarse también de España e imponer una nueva dinastía, la de los Bonaparte. Estos trágicos sucesos se difundieron en forma de alzamiento popular por una buena parte del territorio español, gracias a la decisión de los alcaldes de Móstoles, quienes, a título particular, le declararon la guerra a los franceses y animaron a hacer lo propio al resto de las villas y ciudades españolas. La iniciativa y disposición de dichos alcaldes fue conocida por la práctica totalidad de los vecinos de los pueblos de nuestro entorno, pues el gobernador interino de Llerena, don Fernando Camborda, se las hizo saber el día 6 de Mayo. Igualmente, pocos días después dicho gobernador comunicó a las autoridades locales de los pueblos del partido los humillantes sucesos de Bayona, que definitivamente desenmascaraban los ambiciosos planes de Napoleón.

Como respuesta a tales acontecimientos, los patriotas locales levantaron al vecindario en armas, ofertando hombres y pertrechos para el ejército, según se ha podido detectar en los escasos documentos que sobre esta época se custodian en los archivos municipales de la comarca
[1]. De esta manera, especialmente tras la constitución de las denominadas juntas supremas provinciales, por fin a finales de Mayo se declaró la guerra a los franceses[2].

En efecto, la Guerra de la Independencia, más bien de Liberación, fue inicialmente un movimiento patriótico y popular, en contra de la opinión de la jerarquía que oficialmente representaba a la Corona secuestrada en Bayona y que, por tanto, controlaba y dirigía al inoperante y escaso ejército nacional. Concluyó en 1814, con la derrota y retirada de los franceses. Sin embargo, para la total liberación del territorio nacional fue necesario la colaboración del ejército anglo-portugués, de inestimable ayuda, y de fomentar la imprescindible táctica y acción de patriotas guerrilleros; es decir, la guerra se ganó gracias a la imprescindible colaboración y concurrencia de esfuerzos por parte del pueblo español, su ejército, la ayuda del ejército anglo-portugués y la sorprendente y eficaz acción de la guerrilla.

Durante su desarrollo asistimos a diversas etapas: una primera, de relativo éxito español tras la victoria en Bailen el 19 de Julio, que obligó a los invasores a replegarse entre el Ebro y los Pirineos, donde se reorganizaron y reforzaron. Después, tras la victoria de Napoleón en las proximidades de Burgos (Gamonal-Noviembre de 1808), asistimos a un paseo triunfal de los invasores, que no declinó hasta la primavera de 1812, fecha que marca el punto de inflexión de la guerra, ahora en favor de los intereses de los aliados, es decir, de españoles y sus nuevos aliados, los británicos y portugueses.

Naturalmente, estas distintas etapas tuvieron repercusión en nuestra comarca. En un principio, destacamos la iniciativa popular al celebrar la caída de Godoy, la llegada al trono de Fernando VII “el deseado”, la constitución de la Junta Patriótica Local
[3], el alistamiento de soldados que le correspondía en función del vecindario, su avituallamiento y la formación de la milicia urbana. Más adelante cundió el desánimo, cuando a primeros de 1810 ya se vislumbraba la proximidad de los franceses, especialmente tras la rendición de Sevilla el primero de Febrero de dicho año, ciudad desde donde a principios de Mayo los gabachos se personaron en la zona central y meridional de la actual provincia de Badajoz, controlando desde entonces más o menos directamente sus distintos pueblos y producciones, y permaneciendo aquí casi sin interrupción hasta el verano de 1812[4]. Desde entonces y hasta el final de la guerra, pese al esfuerzo impositivo que suponía su mantenimiento, las cosas discurrieron con optimismo y siempre con la esperanza e ilusión de terminarla para romper las amarras del Antiguo Régimen y establecer un régimen social más justo y democrático, tal como se recogía en la Constitución de Cádiz.


II.- EL DESARROLLO DE LA GUERRA.
El 31 de Mayo de 1808 se constituyó en Badajoz la Junta Suprema de Extremadura, como así mismo ocurrió en la mayor parte de las provincias españolas aún no ocupada por los franceses. Al día siguiente se constituyó en Llerena su Junta Patriótica, subordinada a la Suprema de Extremadura y con competencia en todos los pueblos de su partido
[5]. Dicha Junta Suprema, como sus homologas en las distintas provincias de la Nación, actuaba inicialmente de forma autónoma y soberana en su ámbito de competencia, una vez desacreditada la administración política oficial ante la gravedad de la situación y la indecisión generalizada de sus máximos representantes.

Mientras que las distintas juntas supremas provinciales intentaban organizar la resistencia contra las pretensiones francesas, José Bonaparte avanzaba desde los Pirineos hacia Madrid, sede oficial de la corte, neutralizando en su camino con facilidad los escasos obstáculos que le ofrecía el improvisado y descoordinado ejército español. Ya instalado el rey francés en Madrid, los invasores se desplegaron por las zonas del territorio peninsular que más se acomodaba a sus intereses y estrategias, con tan excesiva suficiencia, confianza y autocomplacencia que provocó su estrepitosa derrota en Bailén, el 19 de Julio de 1808. Tras este fracaso, la totalidad de la gran armada francesa se retiró entre el Ebro y los Pirineos, esperando nuevas órdenes y estrategias.

Volviendo a los asuntos más próximos, la autonomía y soberanía de la Junta Suprema de Extremadura, como la de sus homólogas en el resto de las provincias españolas, perduró hasta finales de Septiembre de 1808, una vez constituida la Junta Central Suprema Gubernativa del Reino, que desde el primer momento, representando a Fernando VII, se hizo cargo de los asuntos de la Guerra y otros de carácter nacional. La primera actuación de envergadura de la Central del Reino fue coordinar los distintos ejércitos nacionales, entre ellos el de Extremadura, para presionar a los franceses en el valle del Ebro. Pero allí, los aproximadamente 60.000 efectivos españoles se encontraron en el otoño con un ejército de más de 250.000 soldados de todas las armas y veteranos triunfadores en toda Europa, perfectamente adiestrados y pertrechados bajo la personal dirección de Napoleón. Naturalmente, la derrota de los españoles fue inevitable, avanzando Napoleón a Madrid con facilidad, donde ya se presentó a primeros de Diciembre. Pocos días antes, dado el cariz de los acontecimientos, la Junta Central Suprema del Reino se vio forzada a desplazarse desde Aranjuez a Badajoz y después a Sevilla.

En lo que más nos atañe, el ejército de Extremadura prácticamente desapareció entre muertos, heridos, despistados y desertores. Por ello, tras recuperar, no sin esfuerzo, los efectivos que sobrevivieron y determinar nuevos alistamientos con el consiguiente pago de avituallamientos y bagajes por parte de los extremeños, a finales de Enero de 1809 se consiguió nuevamente reorganizarlo, encomendándole la misión de dificultar la entrada de los franceses en Extremadura y cortar su conexión con Portugal. Para ello, el grueso de la tropa extremeña se instaló en el Puerto de Miravete, en el puente de Almaraz y en Medellín. Por desgracia, estas posiciones fueron perdiéndolas rápida y sucesivamente tras sendas derrotas puntuales en Marzo de dicho año, persiguiendo a los supervivientes y masacrándoles en una rápida incursión del enemigo hasta alcanzar Andalucía, donde se había refugiado lo que quedaba del ejército comandado por el general Gregorio de la Cuesta. Se suponía que la intención del ejército francés, comandado por el general Víctor, era la de avanzar hasta Sevilla, ciudad donde se refugiaba la Junta Central Suprema del Reino, la máxima representación de la nación y rectora de sus designios. Sin embargo, por circunstancias estratégicas, después de avituallarse en demasía a costa del vecindario de la zona invadida, los franceses se replegaron momentáneamente a posiciones norteñas, más acorde con sus estrategias.

Es decir, durante la primavera de 1809 fue la primera vez que aparecieron los franceses por la Sierra y Campiña Sur badajocense, dejando soldados nacionales muertos por doquier y vacíos de ganados y alimentos sus campos y despensas. La cuestión de los saqueos resulta obvia; sobre los muertos, los libros de difuntos de los pueblos del entorno así lo confirman (10 enterrados en Fuente de Cantos, 3 en Llerena, 28 en Guadalcanal…).

Ninguna noticia bélica nueva por nuestra zona a lo largo de 1809, pues la contienda se localizaba especialmente en el centro y norte peninsular, así como en Portugal. Por ello, en los archivos municipales de nuestros pueblos sólo se recogen noticias relacionadas con alistamientos, formación de partidas patrióticas, recaudación de impuestos y recolecta de avituallamiento para mantener los ejércitos nacionales.

Ya a principios de 1810, el pesimismo se apoderó de nuestros antepasados, una vez que los ejércitos franceses pusieron su mirada en Extremadura y Andalucía, contando todas sus actuaciones por victorias. En efecto, los gabachos avanzaron desde Portugal decididamente sobre Extremadura bajo el mando del mariscal Massena, apoderándose de Olivenza ya el 22 de Enero e iniciando el cerco de Badajoz el 26 de dicho mes. Casi al mismo tiempo, el 20 de Enero, bajo el mando del mariscal Soult, penetraron por Despeñaperros, ocupando toda Andalucía prácticamente en sólo un mes. Concretamente y en lo que más nos podía afectar, el primero de Febrero de 1810 se apoderaron de Sevilla, no conformándose Soult con esta ocupación, sino que inmediatamente puso sus ojos sobre Cádiz (ciudad a donde definitivamente tuvo que trasladarse la Junta Central suprema del Reino, que la cercó el 6 de Febrero) y sobre la plaza fortificada de Badajoz, enclave ya sitiado por Massena y que resistía heroicamente al acoso francés. Por ello, es a partir de esta fecha cuando empieza a actuar por nuestra zona el 5º Cuerpo del Ejército francés o del Mediodía, cuyas tropas pasaban repetidas veces por nuestras proximidades para reforzar el cerco de Badajoz, ciudad que superó el asedio, defendiéndose heroicamente del acoso durante más de un año. No obstante, pese a la firmeza de la plaza de Badajoz, desde estas fechas la práctica totalidad del territorio de su actual provincia quedó en manos francesas, continuando con fluidez el tránsito de militares invasores entre Sevilla y Badajoz, con la consiguiente demanda de alojamiento y víveres.

A primero de Mayo de 1810 los franceses entraron y se acantonaron en los pueblos de nuestro entorno, estableciéndose casi sin ininterrupción hasta el verano de 1812. Después de hacer efectiva su presencia y de saquear lo que pudieron, nombraron las correspondientes autoridades políticas y administrativas –tanto locales, como otras de rango mayor centralizadas en Zafra-, estableciendo el régimen administrativo, político e impositivo que estimaron oportuno.

La circunstancias anterior no impidió que los ejércitos españoles dificultaran continuamente el tránsito de la columna móvil francesa, en su discurrir entre Sevilla y Badajoz. Este acoso cuajó puntualmente en determinadas escaramuzas por parte de los españoles, que generalmente rechazaban el enfrentamiento en campo abierto. En este sentido, especialmente destacamos la batalla de Cantalgallo (11/08/1810), acción premeditada y estudiada por el general en jefe del ejército nacional denominado de la izquierda, el marqués de la Romana, que pretendía por aquellas fechas recuperar la plaza emblemática de Sevilla. En este intento, previamente se vio forzado a superar a un contingente francés formado por unos 10.000 efectivos agrupados en torno a Llerena, intento que, al menos, resultó infructuoso
[6], desistiendo de la Romana de sus pretensiones, entre otras circunstancia porque, pocos días después, a mediados de Septiembre volvió a sufrir otra derrota en las proximidades de Fuente de Cantos.

Durante el primer semestre de 1811 la provincia de Badajoz fue escenario de múltiples enfrentamientos, con resultado dispar. La heroica rendición de Badajoz el día 11 de marzo, tras más de un año de asedio casi ininterrumpido, representa una referencia importante de la guerra, tanto en Extremadura como en España. Pero poco después de este hecho, una vez consolidada la plaza de Badajoz y de dejarla debidamente defendida, el general Latour-Maubourg se retiró hacia Sevilla
[7], siendo su retaguardia perseguida y acosada por la caballería de vanguardia del 5º ejército aliado, comandada por el bizarro conde de Penne-Villemur[8], que sucesivamente castigó a los franceses persiguiéndoles y atacándoles en Villafranca, Zafra, Los Santos, Usagre, Llerena, Casas de Reina y Reina, limpiando la zona de franceses y dejando el 20 de Abril al enemigo en Guadalcanal.

Una semana después, desde Guadalcanal los franceses intentaron recuperar Llerena, no por el significado histórico y administrativo de la ciudad sino por que en ella, en su precipitada huída el día 18 del mes en curso, habían dejado gran cantidad de víveres y otros avituallamientos. Y fue este el momento en el que los antepasados de los usuales lectores de esta revista presenciaron un enfrentamiento bélico “ocupando el enemigo unas alturas a la vista de Casas de Reina, entre el camino real de Llerena y Reina a Guadalcanal”. En efecto, en esta posición pudo observar al enemigo el conde Penne-Villemur a las 11 de la mañana del 28 de Abril, una vez que salió desde Llerena a su encuentro, comandando la caballería de vanguardia que tan brillantemente había actuado en enfrentamientos anteriores. Para la descripción de esta “acción” en las proximidades de Reina y Casas de Reina, seguimos el relato del mismísimo general Castaño, héroe de Bailén y por entonces general en jefe del 5º ejército aliado, testimonio firmado en el cuartel genera de Santa Marta, el primero de Mayo de 1811, una vez que fue informado por el propio conde Penne-Villemur.

"El día 28 de Abril, a las 11 de la mañana se dirigió la caballería de Latour-Moubourg hacia Llerena, en dos columnas por el camino real de Guadalcanal y el de Reina. La fuerza del enemigo, según los partes que recibió el conde Penne se graduaba de 150 a 200 caballos, bajo cuyo concepto dispuso que el coronel del Borbón, don Juan Casquero, fuese con 100 caballos inmediatamente a sostener a los tiradores sobre el camino real, y cargar a los franceses si no se retiraban. Destacó también el escuadrón del Algarbe hacia Reina para contenerlos por aquella parte, y el conde, con el resto de la caballería, fue a tomar posición en el punto que debía guardar (…) Los enemigos eran en número de 600 caballos, formados en dos escalones sobre el camino real, en lugar de los 200 que se había dicho y hubo que advertir al coronel Casquero y al conde Penne para que no ignorasen la exorbitante superioridad del enemigo. Pero aquel bizarro jefe (Casquero) sólo oía las advertencias de su valor, respondiendo: se me ha mandado cargar, e hizo tocar a degüello en aquel momento. Nuestros valientes soldados del batallón de Borbón, y un destacamento del escuadrón de Panticoso con los tiradores al flanco izquierdo penetraron por las primeras tropas enemigas. Éstas, reforzadas por el segundo escalón enemigo recibieron la carga con el mismo valor que la primera. El animoso coronel de Borbón, herido de una cuchillada en el muslo, se defendió sable en mano, y la pistola en la otra, hasta que cayó del caballo y fue hecho prisionero de guerra; su tropa, obligada a retirase por el excesivo número de caballería que la cargaba, lo ejecutó de una en otra altura, teniendo que pasar algunas zanjas, en que sufrió una pequeña pérdida, pues cayeron tres caballos, entre ellos el del teniente de Dragones de Lusitania, don Antonio Pizarro, oficial de gran valor y de reputación bien acreditada, que después de hecho prisionero fue asesinado con otros siete u ocho soldados.
Mientras esto sucedía, el conde Penne acudió con su reserva formada en dos columnas, pero ocultando su verdadera fuerza, siempre muy inferior a la del enemigo; los tiradores marcharon de nuevo en cabeza, volviendo a tomar su primera posición, y el enemigo se retiraba inmediatamente por escalones en diversas columnas (hacia Guadalcanal).
Nuestra pérdida fue de nueve muertos, incluso el teniente don Antonio Pizarro; ocho heridos con el coronel de Borbón (Casquero) (…) Por varios partes, se ha sabido que fue considerable la pérdida del enemigo en oficiales y soldados; varios caballos han llegado sin jinete a Guadalcanal, y muchos heridos.
No es posible elogiar ni recomendar bastante la resolución y valor con que se batió la oficialidad y tropa en esta acción, peleando con una desigualdad tan considerable. Era preciso sostener a toda costa el punto de Llerena del que depende también las pocas subsistencias del País; y el heroico denuedo con que se ha conservado, es tan digno de consideración, que no da lugar al elogio
[9]".

Sigue Castaño elogiando individualmente a los oficiales y soldados destacados en esta “acción”, resaltando, entre los muchos ejemplos que cita, al capitán don Juan Alonso, quien, a sus 64 años de edad y después de 42 de servicio en el ejército, “manifestó no habérsele enfriado aún el espíritu en la vejez, saliendo herido de una estocada en el costado”. Especial mención hizo sobre el teniente Pizarro, el higuereño herido y asesinado en los primeros momentos de esta acción, según se relató anteriormente. Pues bien, la muerte del teniente fue observada directamente por el conde Penne-Villemur, que igualmente vio cómo dos soldados del escuadrón de voluntarios de Sevilla “a pistoletazos y cuchilladas libertaron dos heridos, echando pie a tierra y trayéndose el caballo del teniente Pizarro”[10].

Poco después, y de esto ya no tenemos noticias directas –porque, es preciso resaltarlo, los acontecimientos bélicos no rodaron a favor de la causa española-, los franceses consiguieron reconquistar nuevamente esta zona sur y central de la actual provincia de Badajoz, librando a mediados de Mayo la famosa batalla de la Albuera, tras la cual los franceses se apoderaron de las principales plazas de la actual provincia de Badajoz, especialmente una vez que lord Wellington -al parecer por evitar otra gran batalla en la que esperaba encontrarse en inferioridad- retiró su ejército de Extremadura
[11].

En efecto, ya en la segunda mitad de 1811, quedó consolidada la posición francesa en la práctica totalidad del territorio extremeño
[12]. Buena prueba de ello la encontramos en las distintas disposiciones legislativas francesas sobre la administración civil y militar de la provincia de Extremadura, especialmente sobre el gobierno local, como aquella que regulaba el nombramiento de los miembros del Ayuntamiento, ahora asociados en la llamada Junta Municipal o municipalidad. Además, ya con la seguridad de controlar la práctica totalidad de Extremadura y del resto de la Península, hicieron jurar al vecindario su fidelidad a José I. Así ocurrió en Guadalcanal tras recibir una carta-orden del comisario regio en la provincia de Extremadura, D. Francisco de Therán, por aquellas fechas residente en Zafra, ciudad que, estando Badajoz en una situación estratégica complicada, se había convertido en la capital administrativa de los invasores en el Sur de Extremadura. En dicha carta-orden se ordenaba a los miembros del Ayuntamiento que convocaran a todos los vecinos en la Plaza Pública para que, juntos y congregados, presentaran juramento al Rey, José Bonaparte, siguiendo el siguiente ritual: “juramos fidelidad y obediencia al Rey, a la constitución (de Bayona) y a las leyes”. Igualmente convocaban a los funcionarios públicos y a los curas párrocos, beneficiados y demás componentes del cabildo eclesiástico para, a título personal, exigirles el mencionado juramento, en este caso firmado de puño y letra. Naturalmente, dichas órdenes fueron cumplidas, suponemos, con indiferencia y rabia[13].

Pero ya en 1812 la confrontación empezó a cambiar de signo. Así, el 6 Abril Badajoz fue liberado por las tropas inglesas, portuguesas y españolas; igualmente, el 28 de Agosto los franceses se vieron forzados a abandonar Sevilla. Ambos hechos y fechas representan un punto de inflexión en el desarrollo de la guerra en Extremadura, Andalucía y España, punto de inflexión que encuentra explicación en dos circunstancias favorables para los intereses españoles: la retirada de partes de los efectivos franceses localizados en la Península al centro de Europa y Rusia, y la decidida intervención del ejército anglo-portugués, una vez que lograron expulsar a los franceses de Portugal.

Tras la pérdida de lo que quedaba del baluarte defensivo de Badajoz, gracia a la importantísima actuación de la caballería de vanguardia dirigida por conde Penne-Villemur, los franceses abandonaron paulatinamente esta provincia; unos efectivos buscaron la salida por la Mancha y otros, los que ocupaban nuestra zona, por Guadalcanal hacia Sevilla o por Fuenteobejuna buscando Córdoba
[14].

De 1813 sólo queda en algunos de los archivo locales de nuestra zona ciertos retazos de las Actas Capitulares, que nada aportan sobre el estudio que se sigue, salvo las incesantes peticiones de impuestos y avituallamientos para los soldados que defendían la causa nacional. Por lo demás, los franceses, ahora a la defensiva, se replegaron hacia los Pirineos, en cuyas proximidades soportaron las derrotas definitivas d Vitoria y San Marcial, llegando los aliados a superar la frontera natural de los Pirineos.

Por lo tanto, la Guerra de la Independencia, más bien de Liberación, concluyó a finales de 1813, tras el acuerdo de Valençay (4/12/1813). En 1814 por fin se incorporó Fernando VII, el elogiado y deseado durante todo el tiempo de la Guerra, pero que defraudó estrepitosamente, anulando la Constitución de Cádiz y todas las leyes y decretos emanadas a su amparo, retornando nuevamente a prácticas políticas y sociales cavernarias y propias de las fases más retrógradas del Antiguo Régimen, obviando las innovaciones ilustradas, el ejemplo de la revolución francesa y el sacrificio del pueblo español para recuperarle la corona que indignamente llevó hasta su muerte.

[1] A. M. de Guadalcanal, legs. 126, 648, 1.251 y 1.382.
[2] MALDONADO FERNÁNDEZ, M. “Llerena en 1808”, en Revista de Feria y Fiestas, Llerena, 2008.
[3] MALDONADO FERNÁNDEZ, M. “La Guerra de la Independencia en Guadalcanal”, en Revista de Feria y Fiestas, Guadalcanal, 2008.
[4] Remito a la nota anterior.
[5] GÓMEZ VILLAFRANCA, R. Extremadura en la Guerra de la Independencia española: memoria histórica y colección diplomática, 2 ª parte, apéndice documental, pp. 83 y 84, Badajoz, 1908. Más datos en AHN, Estado, 2, A. Reconocimiento de la Junta Central por las autoridades de Llerena (6 de Octubre de 1808).
[6] MALDONADO FERNÁNDEZ, M. “La batalla de Cantalgallo”, en Revista de Fiestas Patronales, Trasierra, Junio de 2008.
[7] Volvía hacia Sevilla con 3.000 soldados, 500 de caballería y 3 piezas de artillería, según datos del general en jefe del 5º ejército aliado, el general Castaño.
[8] El conde, como se deduce de su propio nombre, era francés de nacimiento y enemigo acérrimo de Napoleón y su política imperialista, circunstancia por la que decidió unirse a la causa española contra sus propios compatriotas. Y asumió sus demostradas competencias militares con decisión y heroicismo, dejando numerosas muestras de ello. Precisamente por estas circunstancias, las Cortes de Cádiz, mediante el Decreto LXXXI de 4 de Agosto de 1811, así se lo reconoció, concediéndole “la gracia de naturaleza en los Reynos de España”.
[9] AHN, Diversos-Colecciones, 142, N. 21. Ataque del conde Penne-Villemur en Usagre, en el mes de Abril de 1811.
[10] Sobre la muerte del teniente Pizarro y el tortuoso destino de su caballo, pueden consultar un artículo que por estas mismas fechas publico en la Revista de Fiestas de la Higuera, centrándome especialmente en el aspecto humano de la guerra, y también en la picaresca propia de épocas de penuria.
[11] Así lo entendía el general Castaño en una carta fechada en Santa Olalla, el 13 de Julio de 1811, dirigida al jefe del estado mayor de los reales ejércitos. AHN, Diversos-Colecciones, 137, N. 68.
[12] En la carta y referencia de la nota anterior, el general Castaño refleja con mucha exactitud las circunstancias que rodeaban a los extremeños cuando, comentando la situación del ejército francés en Extremadura bajo el mando de Marmont, decía: éste (Marmont) permanece en Mérida con sus tropas acantonadas en los pueblos inmediatos, ocupándose en la cosecha que hacen por regimientos segando, trillando, moliendo y haciendo el pan por si mismos, no hallando en los heroicos habitantes de Extremadura quien quiera emplear sus manos en tales labores para servir al enemigo; y entre tanto, proveen la plaza de Badajoz abundantemente, reparando sus ruinas (tras su rendición en el mes de abril inmediato), aumentando sus defensas…
[13] Remito a la primera nota.
[14]
MALDONADO FERNÁNDEZ, M. “Retiradas de los franceses del sur de Extremadura: La acción de Ahillones y Berlanga “10 y 11 de Julio de 1812)”, en Revista de Feria y Fiestas, Valverde de Llerena, 2008.
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